sábado, 7 de agosto de 2010

Una reflexión sobre las cacerolas

Tras la muerte de Isidro Buzali..."¿Quién?" El "bebito", el "hijito", el "sueño de Caro", o simplemente el destinado a ser un nombre de pila empleado por los medios para acentuar la cercanía con un hecho terrible por donde se lo analice. Un nombre y un gesto actuado cual monja de clausura por, supongamos, Sandra Borghi.
Decía, tras el asesinato del bebé a punto de nacer, comenzaron a llover los mails y mensajes en redes sociales con llamados a cacerolazos y bocinazos. Y también los que, con muy poco tacto, contaban el caso de un bebé muerto de frío y que no llegó a la primera plana de los medios. 
No niego que mucha gente lo entienda, y con sinceridad, como el mejor modo para solidarizarse con la familia. No es mi caso. Y paso a explicar porqué.
El dolor conmociona y creo que un caso como éste llama a la reflexión. Y mi mamá me decía -mientras estudiaba con música a un volumen alto- que pensar con ruido alrededor no es bueno. Tenía razón.
Apoyar una marcha en este momento -sin analizar su cariz político e ideológico- sería como contratar viejas lloronas a un velorio. Para eso están la mayoría de los medios de comunicación. Las lloronas no hacen falta. Y tampoco estamos en New Orleans como para hacer un jazz funeral con onda.
Creo que a un velorio uno va cuando se siente apenado por el muerto, mediática y/o espiritualmente uno está pegado a los Buzali-Píparo. Por esa misma razón, y en este presente de rabia y frustración, les pondría el hombro, una palmada, un abrazo, pero nunca ocuparía su espacio achacándoles mis mambos. Esas problemáticas, incluso, podrían llegar a ser compartidas (leasé "salís a la calle y no sabés si volvés vivo"), y ahí es donde comienzo a dudar de la generosidad del "sentido pésame". Es otro el caso, pero cuando se murió mi mamá no tenía ganas de que vengan todos los familiares de personas fallecidas por cáncer a abrazarme. Quería estar sólo, acompañado por los míos.
Y una cosa lleva a la otra, ¿es el mejor modo de mostrarle afecto a esa familia a través de una manifestación surgida en el caldo frenético del 2001-2002, retomada durante el conflicto campo-gobierno por ya sabemos quienes, hasta por las marchas durante el tratamiento de la ley de matrimonio igualitario, y que en la actualidad busca visibilidad mediática antes que una suerte de mancomunión? Creo que no.
¿Han actuado con buen tino la justicia y la policía? Salvo por un prófugo, se está obrando con celeridad, sensibilidad y sagacidad. 
¿Pueden las problemáticas criminales resolverse con el rataplan rataplan de las cacerolas antes que con medidas a corto, mediano y largo plazo? Creo que no.
¿Es sincero e inteligente exigir por acciones políticas al calor de una marcha de espíritu cercano a un linchamiento de Los Simpsons? Creo que no.
Mi silencio vayan para los de La Plata.


 

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