sábado, 31 de marzo de 2012

Algunas recomendaciones

Nota en el NO con algunas pelis atractivas del próximo Bafici

jueves, 29 de marzo de 2012

Una mujer impúdica

"No es difícil imaginar el nombre de Anaïs Nin en el borrador de Woody Allen con los personajes de las secuencias oníricas en Midnight in Paris. Pero las coordenadas espacio-temporales no la incluyen en la fiesta parisina de los años 20 con Hemingway, Eliot, Stein, Buñuel, Dalí y la pareja Fitzgerald, sino entre los que asomaron con su arte poquísimo después. En cierta forma, Nin podría llegar a cuadrar en el personaje de Adriana –la musa de Owen Wilson que tiene tantas aspiraciones literarias como amantes–, y vamos, si la película de Allen incluye en un segmento a la belle époque, bien podría haber dedicado un fragmento a esta mujer que es reivindicada por el feminismo, tuvo sus amores icónicos, y conjuga algo fundamental como todos los que fueron recreados en esa película: fue dueña de su propia vida y la moldeó como una obra que genera fascinación en los demás".

Primer párrafo de un artículo en Alma Magazine sobre una mujer impúdica

miércoles, 28 de marzo de 2012

Pai e Filho

El tercer tema del recital del martes de Caetano Veloso con su hijo Moreno -cuarto a lo sumo- se referería al color mixturado de su piel. Ese "yo no se qué" tan natural, seductor y juguetón que tienen sus temas y persona. En ese momento me acordé de 'Cosa di blacks', un proyecto de radio de Michel Peyronel dedicado a la música negra. Juro que por adentro me reí mucho, y recién ahí empecé a disfrutar del show, a irme más allá del asiento 15 en la fila 24 del pullman.
Una hora y media antes, la situación era la siguiente. Con mi novia salimos de casa con el tiempo exacto como para que el suicida en la estación de tren de Urquiza le sumara dramatismo y caos al viaje hasta el Gran Rex. El giro invernal del clima volvió la cosa más violenta: Te juro Caetano que en ese punto se me estaba complicando sintonizar con Bahia.
No pudimos tomar el fernet -con menta me la juego- que servirían en los stands, pero sí llegué a saludar al hermano de Daro (alguien fundamental en esta historia).
Era la primera vez que veía a Caetano "ao vivo" así que esperaba mucho. Podía defraudarme: Nada de eso, nada de eso. Fue un recital orgánico, intimista, una experiencia verdaderamente purificadora. Empezando por el escenario pelado. Al dúo le bastó con un par de luces, dos guitarras y una pandereta como para que brillaran las canciones. Saudade y a la bolsa.
¿Clásicos? Ese de nombre larguísimo pero que remata con un "ile aie", 'Coracao Vagabundo' (con Moreno en un tono mucho más femenino que el de Gal Costa en la versión original), 'O Leaozinho' y la piel que se te pone de galina...
Los temas del arcón -ojo- me gustaron aún más.
El clima fue muy relajado. Contaron historias de canciones que compusieron por separado, juntos, o de otros. Salvo las chicanas entre padre e hijo que al principio las sentí, pero de hincha que soy nomás, un poquito preparadas. Imagino que eso debe suceder a un nivel terrible entre Serrat y Sabina. Luego se fueron ablandando. Hasta tuvieron el decoro de hablar bien de los asistentes en portugués. "Como dice Joao Gilberto, ustedes son su público", regaló Caetano.
Moreno jugó bien su rol, sabe el lugar que ocupa el papón y no trató de emularlo (muy mal le iría), me gustó mucho su seseo y el carraspeo al cantar. Caetano, por su lado, es armónico hasta cuando no llega al tono (sucedió en contadísimas ocasiones). Sigue teniendo un plafón rocker que vuelve al pifie algo necesario. Escuché algún comentario a la salida del tipo "que grande que está..." Firmo ya con un pacto con el diablo de la cachaza para llegar a los 69 y sambar de improviso como él sobre el escenario.
Sobre el final, Nacho Rodriguez subió a escena acompañado por la gente de El Arca -la ONG a la que padre e hijo donaron sus cachets-. Hicieron su canción 'Mambeado'. Y que Caetano cante un tema tuyo... Supongo que al de Onda Vaga se le debe haber empequeñecido, agigantado, explotado, temblequeado el corazón, todo eso a la vez.
A la salida me volví a encontrar con Damián, el hermano de mi amigo Daro, quién en el ¿92? ¿93? me insistió que lo acompañara a ver un recital de Egberto Gismonti en el Ópera. Al pianista lo acompañaba Jaques Morelenbaum en violoncello.
-Ese es el arreglador de Caetano Veloso -me habrá dicho-
-Mirá vos... -le habré respondido-
Y así se concatenan las historias, las músicas, los discos, las amistades, y casi dos décadas después estaba enfrente viendo a otro brasileño monumental.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Colectivero pillín

El 130 estaba lleno. Decido quedarme al lado del colectivero hasta que se descoupe un poco en el medio. Es de esos colectivos modernos hechos por algún ingeniero que en su vida se tomó uno y desconoce que la gente debe circular y no atascarse. En fin, el colectivero me chifla, noto que hay espacio y enfilo para el medio. Me vuelve a chiflar.
-¿Podés escribime esto en el celular?
No hace falta que aclare nada, el hombre va manejando .
-Sí claro.
-Te dicto: "Hacemos como vos quieras linda, si querés a la noche nos encontramos en Boulogne". 
Tipée y le devolví el celular. Me agradeció con un chiflido.



martes, 20 de marzo de 2012

Prefiero el sonido del silencio

A cierto clanc clanc clanc que me remite a Diciembre de 2001.

jueves, 15 de marzo de 2012

Michael Cera y su piña (pero piña de un árbol)


La entrevista con el actor de Juno por su libro Piña que hoy salió publicada en el NO. Gracias Ana por el contacto. 


Si existiera algo como “las divinas proporciones” del mundo indie, la fisonomía debería quedar para Michael Cera con su cara de “ciertamente no sé qué carajo hago acá… ¿o sí?”. Hace cinco años, con el éxito de Supercool y La Joven Vida de Juno, este canadiense nacido en 1988 se transformó en una de las figuras más prototípicas del cine del norte. De forma casi natural, a sus portarretratos de antihéroes incómodos, algo tímidos, pero con la respuesta exacta y cierto encanto para ganarse a la chica de la película, le fue sumando un exquisito gusto fuera de la pantalla en otros campos. Los deditos de su anatomía renacentista se dedicaron a difundir -y hacer- buen rock, a jugar de forma semiprofesional al tenis y a interesarse por la fotografía; una última mano apunta hacia la carátula de su libro.  
Piña, su primera obra de ficción, narra el trance de Carroll Silver, un actor de cine al que se le pasó el cuarto de hora en gran parte por la decisión de estelarizar la película que le da nombre al libro. No hace tanto fue un chico “apetecible”, pero ahora lo llaman para esas películas que dan por la tele de aire un sábado por la tarde (su último papel fue el de un entrenador de básquet para una comedia deportiva). En su derrotero recuerda al agente que ha despedido, cuenta el dinero que comienza a escasear, piensa hacer ejercicios cardiovasculares, flirtea con una chica de “uñitas repulsivas” que lo atiende en un local de comida rápida y maldice a cada uno de los que le recuerdan sus mejores interpretaciones. Como narrador, Cera es meticuloso y seco, con un humor incisivo, de nervio apagado, en donde no faltan las reflexiones sobre la industria que conoce muy bien por dentro. Justamente esa honestidad es clave, no se trata del artista que se prueba otro traje y detesta las comparaciones. La historia, el tono, los personajes, las referencias pop, cuadran dentro del universo de su creador, alguien que de chico soñaba con ser Dr. Pete Venkman -el personaje de Bill Murray en Los Cazafantasmas- y ahora está en Nueva York ensayando para la reposición teatral de “This Is Our Youth”. “Estoy tan ocupado que te pido algo de tiempo”, suplica Cera, discípulo sin saberlo de Andrés Calamaro en eso de ser entrevistado por mail.
-¿Cómo surgió la idea de Piña? ¿Cómo fue el proceso de escritura?                                 

-Escribí la historia mientras trabajaba en una película, tenía mucho tiempo para distenderme y lo usé para mantenerme ocupado en mis días libres. Se me ocurrió rápido y  el proceso también fue veloz, me sentía muy envuelto en el medio de la escritura.
-El personaje ama ser reconocido pero no acepta su fracaso. ¿Cómo lo describirías más allá de “no apetecible” y “amargado”, dos términos que aparecen constantemente en las páginas?  

-Me parece que sus problemas van más allá de su gran ego. Creo que él no es capaz de amarse a sí mismo porque su éxito tempranero le ha generado una enorme expectación por todo, es como que se le hace muy difícil aceptar cualquier tipo de amor más allá del que se da a sí mismo.
-¿Has tenido tus lapsus a la Carroll Silver? Lo pregunto pues Piña establece algunas tensiones con lo que vienes realizando en el terreno de la actuación. ¿Fue premeditado?
-Nada en la historia fue premeditado, comencé a escribir cuando la idea se me apareció, y al terminarla se desvaneció. Creo que mi interés era escribir sobre un personaje que fuese un actor profesional. Porque los actores son personas por los que generalmente los demás no tienen  ningún tipo de simpatía, lo cual hace fácil escribir sobre un tipo patético y que en cierta forma tenga gracia. Su fracaso es la gracia.                                                                     

-Piña parece terminar justo en un punto de inflexión. ¿Se te ocurrió que sucedería después?
-Es difícil de decir. Creo que al final se pierde la oportunidad de crecer, Carroll está como trabado con los mismos problemas una y otra vez, por lo menos hasta que continúe pensando de la misma manera.
-Otra de las tensiones entre realidad y ficción es pensar en quién podría interpretar a Carroll Silver en una versión fílmica del libro. Los de la editorial se imaginaron a Bill Murray y entregaron un presskit con su imagen. ¿Matthew Perry de Friends? ¿Quién se te ocurre?
-No estoy muy seguro de quién lo haría en una adaptación. La edad es muy importante. Bill Murray es un poquito viejo para estar en un raro momento de toma de decisiones. Puede ser Luke Wilson en cinco años.

La recepción de Piña por el mundo de letras fue tan auspiciosa como auspiciada. Su primera publicación fue en  la revista literaria “McSweeney's Quarterly”, y su editor, Dave Eggers (guionista del film Donde Viven Los Monstruos de Spike Jonze), señaló que se molestaría muchísimo si Cera “no tuviese la certeza de que va a seguir escribiendo y publicando más historias como ésta”. En cierta forma lo ha desilusionado. “No he escrito más desde entonces pero espero tener la suerte de poder hacerlo en algún momento”, asegura el actor. El run run generado por la historia sobre Silver (que Cera niega a reconocer como alterego) llevó a que Eggers, un tótem de la literatura norteamericana actual, lo compare con David Foster Wallace, el notable autor de Infinite Jest, reconocido por sus sátiras postmodernistas y que se suicidó en el 2008. “Eso sí que me sorprendió, me mandó un mail donde me dijo que había leído mi historia, no lo esperaba, fue completamente increíble”. Los blogs literarios destacaron el trabajo puesto en la obra, su pulido estilo low-fi, aunque aparecen una y otra vez las mismas preguntas: ¿le hubiesen dado lugar de no ser quién es?, ¿se recomienda por lo que realmente vale o por quién la ha escrito? A la primera se responde fácil: Es obvio que no. La segunda dice más sobre lo hipster que sobre Piña en sí o su autor: Un lector generoso que recomienda a Charles Portis, John Fante, Mark Twain, P.G. Wodehouse, Joan Didion, y George Saunders.
La versión en castellano de Piña fue publicada a finales de 2011 por la editorial catalana Alpha Decay y por estos días aterriza en las librerías porteñas. Vale mencionar el trabajo de Mercedes Cebrián en la traducción encapsulando el tino entre sórdido y tierno de su autor, junto a las ilustraciones de Blanca Miró que más de un desprevenido imaginaría realizadas por el mismo Cera. En una de ellas aparece un irritante fan de Silver con la famosa remera de Daniel Johnston que popularizó Kurt Cobain. El protagonista está allí para cargar música en su iPod. Cosa que finalmente no hace, pero sirve de excusa para preguntarle a un melómano como Cera sobre lo que  tiene cargado en su propio reproductor. Hay clásicos noir como Television, Neil Young, David Bowie, rarezas como Tito Puente, alternativos como Blonde Redhead, junto a lo más florido y selecto de la escena de Montreal: “Alden Penner,  Unicorns e Islands”, recuenta.                    

 El radar de Cera está mucho más allá de un usuario afiebrado de Pitchfork Media, él mismo llegó a grabar con Weezer para su disco Hurley y salió de gira con Mister Heavenly tocando el bajo. El ida y vuelta con la música también tuvo su combustión en más de una de sus interpretaciones en el cine. En casi todas mejor dicho. Como la memorable escena final de Juno donde se cargó la acústica y tocó “Anyone else but you” de Moldy Peaches con Ellen Page. En Nick & Norah: Noche de música y amor  fue bajista de un grupo llamado Los Pajeros y repasó con su partenaire una “infinita lista de canciones”.
-Con tanta música a tu alrededor, ¿pensaste en dedicarte de forma profesional como lo fue con la escritura en Piña? ¿Qué es lo exclusivo de este arte para vos?
-La verdad es que no lo he considerado como una persecución profesional, lo que más me gusta es ser capaz de tocar con amigos. Es algo realmente increíble subirte a escena para hacer música con otras personas. Cada vez que lo hice sentía que la música siempre había estado allí, incluso antes de empezar a tocar.
-Si te dieran la posibilidad de actuar en un film basado en un disco, ¿cuál sería?
- Tonight's the Night de Neil Young.
Tras la fría recepción de Youth in Revolt (basada en una novela de culto noventosa), en el 2010 llegó el súmmum de todos de los meta mensajes en una sola película: Scott Pilgrim Vs.
The World. Cera fue el protagonista de esta cinta basada en un comic, con estructura y efectos especiales símil videojuegos, que incluía parodias hasta a Seinfeld, y le daba codazos en el hombro al indie rock y a la cultura geek. Pero por alguna razón falló (en Argentina fue directamente al video), algunos la amaron y otros la aborrecieron, tanto que comenzó a hablarse en blogs y revistas del “no va más” en el interés del mainstream por lo under. Al menos Cera se dio el gusto de estamparles sendos besos a sus heroínas (Portia Doubleday y Mary Elizabeth Winstead). Las imantó con ese magnetismo bien definido por Juno y que habita en sus caracterizaciones: “La persona más cool del mundo sin siquiera intentar serlo”.                                                     
 -Realmente me esfuerzo, respondía Cera en la piel y alma de Paulie Bleeker.                                           Hace algunas semanas, otro de sus galanes bajo la manga, apareció en un capítulo de la nueva temporada de Los Simpson. Le puso la voz a un tal Nick que se ganó el corazón de Lisa.
-¿Te molestaron las críticas sobre Youth in Revolt y Scott Pilgrim?  
- La crítica no me molesta, al menos ya no lo hace. En parte hay algo de mí que extrañamente las disfruta. Está bueno ser forzado a mejorar tu trabajo.
- Hay una cita tuya en el sitio IMDB en la que te definís así: “No estoy tratando de hacer el gran arte. Entonces, ¿qué tratas de hacer?
-No me acuerdo de haber dicho eso, seguramente debe haber sido hace mucho, mucho tiempo atrás. Y no sé bien que debo haber querido decir. Supongo que estoy tratando de mantenerme vivo y vivir feliz como todos los demás.

Groucho Vs. Wilde

Tenía menos sorpresa que al escuchar un track escondido por segunda vez.

lunes, 5 de marzo de 2012

Morrissey en Vegas...bueno, en Geba

Según Juan Pablo Varsky, no hubo mejor ocasión que la final de un Grand Slam  para que Juan Martín Del Potro "descolgara el póster" de Roger Federer. Con el primer show en vivo de un artista sucede algo similar. El póster se vuelve humano. No se trata de un enfrentamiento deportivo pero casi. 
El de ayer fue mi primer recital de Morrissey, el artista solista que más escuché, sobre el que más indagué y uno de los tipos más admirables que a mi entender generó la Cultura Rock (así con mayúsculas). La primera vez aduje falta de dinero y la segunda un compromiso impostergable, pero vamos, era el miedo a llevarse un chasco. Como su obra, me pareció un show muy honesto, descarnado, polisémico, por momentos dogmático y siempre sensible. Morrissey es un artista muy simple en su complejidad -o todo lo contrario-.
Esto se pudo ver en el caldo de clips que mostraron las pantallas antes del comienzo del recital, justo después del buen set de Kristeen Young: Vale una mención para la artista soporte. La comparan entendiblemente con Bjork -por sus mohínes- y Tori Amos -por el uso del piano-, a mí me recordó a PJ Harvey y Bat for Lashes -por el color en la voz y la búsqueda de una electrónica "orgánica"-.
Volvamos a los videos. La sacristía morisseyneana necesita de estampitas como Brigitte Bardot; NY Dolls; artistas de vaudeville; el look marcial de Sparks; poetisas como Edith Siwell; activistas políticos negros; Teen Pops...una ternura. Es como si Morrissey hubiese deglutido a todos esos héroes personales robándoles su superpoder. No tiene capa, pero si un traje bañado en drama. Si algunos años atrás salía a escena como cura o íntegramente vestido de cuero negro, ahora opta por el decadentismo de Las Vegas. En escena hay un crooner que se flagela, un mago que conoce el gran truco. Y claro, sus camisas con bolados que viste, desviste y ofrenda.
La imagen en Morrissey es fundamental (descubrí como hervir el choclo). Un guerrillero pop tan inteligente que decora a la bata del bombo con la bandera argentina y aparece con la banda "We Hate Will Kate", todos con remeras de la pareja real. Atenti. No es -sólo- un mensaje para la hinchada. No lo es. Sabe bien que esas fotos aparecerán en el Daily Mail y el resto de tabloides británicos.
Lo primero que se escucha mientras se dobla como la torre de Pisa pisando el pie del micrófono es directo: "¡I am a star!".
Y, carajo, todavía no dije nada de la música en el show.
El set list elegido por Morrissey fue "spinetteano", nada complaciente, poco hitero, de reverb obligatorio. Chapeau por eso. Hubo varios temas de sus últimos tres discos (en un show de docena y media); gemas inoxidables de su etapa solista (¿cómo no rendirse ante 'You're the one for me Fatty' y 'Ouija Board Ouija Board'?) y cuatro canciones de The Smiths. Y a ver. Solo la mitad de éstas pueden ser consideradas inmortales. 'There is a light that never goes out' y 'I know it's over' son muy bellas; pero con 'Please, Please, Please, let me get what I want' y su mandolina celestial, más 'How Soon is Now' -tema que alguien catalogó como la 'Stairway to Heaven' de los '80- hablamos de tótems en su repertorio.
Lo que se podría haber obviado: Los aires bollywoodenses de 'I will see you in far off places' (¿no cabía 'The more you ignore me' tremendo guacho?). El resto estuvo a la altura de las circunstancias -y más- incluso en temas que claramente no son hits como 'When last I spoke to Carol'. Morrissey demostró que tiene mejor digerido el aura del Spaghetti Western que lo empalagoso del Medio Oriente. En la segunda canción se volvió un domador usando el cable del  micrófono de látigo, en la primera, yo que sé, opté por tomar aire, levantar las manos, cambiar el peso del cuerpo.
¿Qué la gente no agitó? (¿Qué esperaban? ¿una clase de steps?) Ahí abajo la térmica superaba los 50º, fácil.  Y lo del campo VIP: Tan ridículo, desigual y real como el capitalismo. Acaso es su explicitación en el terreno de los shows en vivo.
Morrissey, además, estuvo charleta, fue un digno peso pesado del “dry wit” popularizado por Oscar Wilde. Un uso popular que consiste en darle pequeñas vueltas de tuerca al lenguaje, crítica social y risa incluidas. El “ingenio seco” puede encantar o parecer demasiado incisivo, pero uno no puede dejar de reconocer su genialidad. "There goes Jesus, oh well, bye bye", dejó escapar al ver un tren camino a Retiro. 
¿Si bajé el póster de Morrissey al terminar el show?  Bueno, en realidad, nunca tuve uno.