Según Juan Pablo Varsky, no hubo mejor ocasión que la final de un Grand Slam para que Juan Martín Del Potro "descolgara el póster" de Roger Federer. Con el primer show en vivo de un artista sucede algo similar. El póster se vuelve humano. No se trata de un enfrentamiento deportivo pero casi.
El de ayer fue mi primer recital de Morrissey, el artista solista que más escuché, sobre el que más indagué y uno de los tipos más admirables que a mi entender generó la Cultura Rock (así con mayúsculas). La primera vez aduje falta de dinero y la segunda un compromiso impostergable, pero vamos, era el miedo a llevarse un chasco. Como su obra, me pareció un show muy honesto, descarnado, polisémico, por momentos dogmático y siempre sensible. Morrissey es un artista muy simple en su complejidad -o todo lo contrario-.
Esto se pudo ver en el caldo de clips que mostraron las pantallas antes del comienzo del recital, justo después del buen set de Kristeen Young: Vale una mención para la artista soporte. La comparan entendiblemente con Bjork -por sus mohínes- y Tori Amos -por el uso del piano-, a mí me recordó a PJ Harvey y Bat for Lashes -por el color en la voz y la búsqueda de una electrónica "orgánica"-.
Volvamos a los videos. La sacristía morisseyneana necesita de estampitas como Brigitte Bardot; NY Dolls; artistas de vaudeville; el look marcial de Sparks; poetisas como Edith Siwell; activistas políticos negros; Teen Pops...una ternura. Es como si Morrissey hubiese deglutido a todos esos héroes personales robándoles su superpoder. No tiene capa, pero si un traje bañado en drama. Si algunos años atrás salía a escena como cura o íntegramente vestido de cuero negro, ahora opta por el decadentismo de Las Vegas. En escena hay un crooner que se flagela, un mago que conoce el gran truco. Y claro, sus camisas con bolados que viste, desviste y ofrenda.
La imagen en Morrissey es fundamental (descubrí como hervir el choclo). Un guerrillero pop tan inteligente que decora a la bata del bombo con la bandera argentina y aparece con la banda "We Hate Will Kate", todos con remeras de la pareja real. Atenti. No es -sólo- un mensaje para la hinchada. No lo es. Sabe bien que esas fotos aparecerán en el Daily Mail y el resto de tabloides británicos.
Lo primero que se escucha mientras se dobla como la torre de Pisa pisando el pie del micrófono es directo: "¡I am a star!".
Y, carajo, todavía no dije nada de la música en el show.
El set list elegido por Morrissey fue "spinetteano", nada complaciente, poco hitero, de reverb obligatorio. Chapeau por eso. Hubo varios temas de sus últimos tres discos (en un show de docena y media); gemas inoxidables de su etapa solista (¿cómo no rendirse ante 'You're the one for me Fatty' y 'Ouija Board Ouija Board'?) y cuatro canciones de The Smiths. Y a ver. Solo la mitad de éstas pueden ser consideradas inmortales. 'There is a light that never goes out' y 'I know it's over' son muy bellas; pero con 'Please, Please, Please, let me get what I want' y su mandolina celestial, más 'How Soon is Now' -tema que alguien catalogó como la 'Stairway to Heaven' de los '80- hablamos de tótems en su repertorio.
Lo que se podría haber obviado: Los aires bollywoodenses de 'I will see you in far off places' (¿no cabía 'The more you ignore me' tremendo guacho?). El resto estuvo a la altura de las circunstancias -y más- incluso en temas que claramente no son hits como 'When last I spoke to Carol'. Morrissey demostró que tiene mejor digerido el aura del Spaghetti Western que lo empalagoso del Medio Oriente. En la segunda canción se volvió un domador usando el cable del micrófono de látigo, en la primera, yo que sé, opté por tomar aire, levantar las manos, cambiar el peso del cuerpo.
¿Qué la gente no agitó? (¿Qué esperaban? ¿una clase de steps?) Ahí abajo la térmica superaba los 50º, fácil. Y lo del campo VIP: Tan ridículo, desigual y real como el capitalismo. Acaso es su explicitación en el terreno de los shows en vivo.
Morrissey, además, estuvo charleta, fue un digno peso pesado del “dry wit” popularizado por Oscar Wilde. Un uso popular que consiste en darle pequeñas vueltas de tuerca al lenguaje, crítica social y risa incluidas. El “ingenio seco” puede encantar o parecer demasiado incisivo, pero uno no puede dejar de reconocer su genialidad. "There goes Jesus, oh well, bye bye", dejó escapar al ver un tren camino a Retiro.
¿Si bajé el póster de Morrissey al terminar el show? Bueno, en realidad, nunca tuve uno.
Genial, te decía cumpa, muy linda y atenta crónica. Los sets spinetteanos son sólo para locos ;)
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