miércoles, 28 de marzo de 2012

Pai e Filho

El tercer tema del recital del martes de Caetano Veloso con su hijo Moreno -cuarto a lo sumo- se referería al color mixturado de su piel. Ese "yo no se qué" tan natural, seductor y juguetón que tienen sus temas y persona. En ese momento me acordé de 'Cosa di blacks', un proyecto de radio de Michel Peyronel dedicado a la música negra. Juro que por adentro me reí mucho, y recién ahí empecé a disfrutar del show, a irme más allá del asiento 15 en la fila 24 del pullman.
Una hora y media antes, la situación era la siguiente. Con mi novia salimos de casa con el tiempo exacto como para que el suicida en la estación de tren de Urquiza le sumara dramatismo y caos al viaje hasta el Gran Rex. El giro invernal del clima volvió la cosa más violenta: Te juro Caetano que en ese punto se me estaba complicando sintonizar con Bahia.
No pudimos tomar el fernet -con menta me la juego- que servirían en los stands, pero sí llegué a saludar al hermano de Daro (alguien fundamental en esta historia).
Era la primera vez que veía a Caetano "ao vivo" así que esperaba mucho. Podía defraudarme: Nada de eso, nada de eso. Fue un recital orgánico, intimista, una experiencia verdaderamente purificadora. Empezando por el escenario pelado. Al dúo le bastó con un par de luces, dos guitarras y una pandereta como para que brillaran las canciones. Saudade y a la bolsa.
¿Clásicos? Ese de nombre larguísimo pero que remata con un "ile aie", 'Coracao Vagabundo' (con Moreno en un tono mucho más femenino que el de Gal Costa en la versión original), 'O Leaozinho' y la piel que se te pone de galina...
Los temas del arcón -ojo- me gustaron aún más.
El clima fue muy relajado. Contaron historias de canciones que compusieron por separado, juntos, o de otros. Salvo las chicanas entre padre e hijo que al principio las sentí, pero de hincha que soy nomás, un poquito preparadas. Imagino que eso debe suceder a un nivel terrible entre Serrat y Sabina. Luego se fueron ablandando. Hasta tuvieron el decoro de hablar bien de los asistentes en portugués. "Como dice Joao Gilberto, ustedes son su público", regaló Caetano.
Moreno jugó bien su rol, sabe el lugar que ocupa el papón y no trató de emularlo (muy mal le iría), me gustó mucho su seseo y el carraspeo al cantar. Caetano, por su lado, es armónico hasta cuando no llega al tono (sucedió en contadísimas ocasiones). Sigue teniendo un plafón rocker que vuelve al pifie algo necesario. Escuché algún comentario a la salida del tipo "que grande que está..." Firmo ya con un pacto con el diablo de la cachaza para llegar a los 69 y sambar de improviso como él sobre el escenario.
Sobre el final, Nacho Rodriguez subió a escena acompañado por la gente de El Arca -la ONG a la que padre e hijo donaron sus cachets-. Hicieron su canción 'Mambeado'. Y que Caetano cante un tema tuyo... Supongo que al de Onda Vaga se le debe haber empequeñecido, agigantado, explotado, temblequeado el corazón, todo eso a la vez.
A la salida me volví a encontrar con Damián, el hermano de mi amigo Daro, quién en el ¿92? ¿93? me insistió que lo acompañara a ver un recital de Egberto Gismonti en el Ópera. Al pianista lo acompañaba Jaques Morelenbaum en violoncello.
-Ese es el arreglador de Caetano Veloso -me habrá dicho-
-Mirá vos... -le habré respondido-
Y así se concatenan las historias, las músicas, los discos, las amistades, y casi dos décadas después estaba enfrente viendo a otro brasileño monumental.

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