sábado, 7 de agosto de 2010

Algo que estoy escribiendo



Al bajarse en la estación San José, Martín se quitó los auriculares. Se había metido en su cabeza el hit de los payasos rosarinos que mencionaba Cukiorkman: “Tito y Pelusa son nuestros nombres, cortos…y rápidos de recordar, hablamos claro para que entiendas, no hacemos trampas… todo es verdad”. Lo iba silbando mientras cruzaba la 9 de Julio. El traspaso de la troupe santafesina de Canal 3 a la pantalla del 13 había sido sorpresivo. En capital eran unos absolutos desconocidos. Para sujetos con infancia rosarina era imposible no saber sus sketches junto al oso Pin Pon. Incluso para un cumpleaños de su hermana, con Tito y Pelusa como animadores, Martín se había disfrazado a la fuerza de un perro picarón. Tras años de giras por todo el interior, un director de programación percibió que eran el número que necesitaba para levantar la audiencia matutina del canal aún en manos del Estado. Su intuición no falló. En las vacaciones de invierno de 1994 todo el país sabía de memoria sus nombres y llegaron a corearlos en cinco Luna Parks llenos. Un periodista se refirió a ellos como “los nuevos Piluso y Coquito”. Para 1997 volvían al canal de “la pequeña Chicago” y a regentear su salón de fiestas infantiles sobre el boulevard Avellaneda. Algunos culparon a las autoridades privatistas que los exprimieron al máximo (el “late night” de Tito Y Pelusa resultó una pésima idea); otros a un viejo payaso competidor que vendió fotos de los dos sin maquillaje y pasó el dato (pescado podrido por donde se lo mirase) de puntos oscuros en su facturación como el de un show en el polideportivo de Tiro Federal. Lo que sí existió fue el apriete de la hinchada del tercer club de la ciudad, al menos llevaban sus camisetas, durante una emisión de una colecta solidaria. Llegaron a golpear en la nuca al oso Pin Pon con una cadena y un infante pelirrojo salió en defensa de sus dos héroes que escapaban por el decorado. La publicidad fue devastadora. Lo más razonable, creía Martín, había sido el hartazgo frente a un one hit wonder para chicos. 
Aún con el tema resonando en su cabeza se metió en la ducha.

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