El otro día pasaron por la tele una película llamada Brothers of the Head. El film contiene lo peor de la estirpe inglesa, me refiero a esa creencia whig, tan propia de la isla, de llevarse todo por delante. Es una mezcla de Trainspotting sin humor, 24 hour Party People prefabricado, exuda un desdén proletario (como un Ken Loach desganado) y formato de falso documental incluyendo imágenes a la Don Letts. Está centrado en la "vida y obra" de dos hermanos siameses que justo un poquitín antes de la explosión punk son obligados a formar una banda de rock, un freak show con guitarras eléctricas. En su cancherismo me hizo acordar a Pirate Radio, una peli a la que le había puesto algunas fichas pero me defraudó bastante.
Eran cerca de las 2 AM, y como ya la había visto, decidí apagar la tele. Al otro día recordé las contadas ocasiones en que no terminé de ver una película: The Wall de Alan Parker. La pasaban por Canal 11, yo tendría unos diez años. Apagué la tele en la escena que a Pink lo cargaban llevándolo del backstage al escenario y se va transformando en gusano. Me dió repulsión.
A esa misma edad me alquilé La Serpiente y el arco iris de Wes Craven. Típica edad que en el video te llevabas todas las de terror. Es sobre zombies en Haití. Pero no de zombies que buscan cerebros, sino sobre los ritos vudú incluyendo entierros a personas vivas. En una escena a Bill Pullman le sucede justamente eso. Son dos minutos de un tipo que se despierta en un ataud a dos metros bajo tierra. Es desesperante. Muy real. Me cagué en las patas.
La última es Contra viento y marea de Lars von Trier. Emily Watson sufre más que Andreita del Boca sumando todas sus novelas. En esa época salía con una chica que se estaba haciendo un tratamiento médico, y como en el film el esposo de ella atraviesa una situación similar, nos fuimos hacia la mitad de la proyección. La única vez que me fui de una sala sin ver la película completa.
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