domingo, 31 de octubre de 2010

Algo que estoy escribiendo


“Bien de Belgrano”, decía el slogan y estaba bien. Estaba bien porque el Shopping quería ser representativo de ese barrio de Buenos Aires. Estaba bien por la selección de visitantes escogidos en los dos afiches y que tranquilamente podían pulular por el Solar de la Abadía. Gente bien. Bien de Belgrano. Los apodaría Chichí y Alberto. Ella, una estudiante Life College con su jumper al viento, sonriente y jovial, aferrada a su stick de hockey chupacirio. Y Alberto, el papá de Chichí, con rictus de garca mal, le enrostraba a Martín -y a todos los que se detenían a mirar la gráfica- el Cabernet que había adquirido en la Winery del no lugar. Alberto y su hedor a Ralph Lauren. Alberto y su puto estudio contable repleto de dibujos equinos, sus fotos en la estancia, las revistas de diarios dominicales que tendría en el aparador con los crucigramas ya resueltos. “El lugar donde te podés encontrar con tu gente” –masculló sorbiendo su café-.     
Martín, a diferencia de ellos dos, estaba mal. Rabioso, amargado y caústico. Preso del cinismo fácil que generan las formas de consumo más explícitas y espeluznantes. Hasta se insultó a sí mismo por aquellos pensamientos bien de Generación X. Plac, plac, plac. El ruido de su bic penetrando el vaso térmico de Mc Donalds.

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