El otro día Daro me dijo que soñó conmigo junto a Robert Duvall. Bueno, esto es algo que escribí hace un tiempo para una posible novela:
Pero en la puerta del café La Biela sintió empequeñecer su vejiga como una nuez. La negativa del cajero fue cruel. Pensó en discutir con él, que el baño no podía ser exclusivo para el uso de los clientes, que había una ley, “que porfa me estoy meando”, que Robert Duvall no se iba a molestar si veía unas gotitas de orín derramadas en el piso, que él había interpretado a Tom Hagen y que en El Padrino había visto cosas peores.
Las ganas de hacer pis menguaron de repente. Ver al actor tomando un espresso, entrándole a unas galletitas de anís, fue muy fuerte. Pensó en hablarle, ¿pero de qué? No era cholulo, no quería serlo. Mejor partir con la cabeza gacha y aguantarse hasta la próxima parada. “¿Era o no era?” La mirada digna de consigliere lo estremeció. Eran los ojos achinados y sobrios de Duvall, el tipo que en Apocalypse Now hizo surfear a su pelotón mientras sonaba la Valquiria y llovían bombas a su alrededor. Martín Vulpes estaba siendo escrutado por el Coronel Bill Kilgore. The one who loves the smell of Napalm in the morning. Por Tom fucking Hagen. Por el demente encerrado en su casa de Matar a un ruiseñor. El atisbo habrá durado tres segundos pero lo sintió bien cerca de la uretra. Martín salió de La Biela. No llegó a ver la amplia sonrisa de Duvall.
Como me gusta este blog, la puta madre!!
ResponderEliminarGrosso! amigo ciclista...
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