El Riachuelo sigue siendo una marca podrida y contaminante en las orillas de la Capital y Provincia.
Más de cinco millones de personas viven en los 2.200 kilómetros cuadrados que abarca la cuenca Matanza-Riachuelo.
En 1811, los saladeros y curtiembres, ahí comenzaron los reclamos para terminar con la podredumbre y la contaminación.
En la Boca lo cruza el transbordador Nicolás Avellaneda. Fue inaugurado en 1914 y dejó de utilizarse en 1960. Hay 20 puentes similares al argentino en el mundo, solo 8 quedan en pie, es el único que existe en América y también el único en desuso.
En 1993 María Julia Alsogaray anunció que en 1000 días iba a nadar en el Riachuelo. Nada se hizo por limpiarlo y se despilfarró un crédito de más de 200 millones de dólares del BID. La ex funcionaria responsabilizó por el fracaso a la falta de acuerdo de las tres jurisdicciones intervinientes.
En 2008, el Máximo Tribunal intimó al Gobierno nacional, a los municipios bonaerenses y al Gobierno de la Ciudad a que presenten en 30 días un plan integrado de saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo
En la cuenca Matanza-Riachuelo falta agua de red, no hay suficientes desagües cloacales y todo se inunda.
Las tasas de mortalidad y enfermedades respiratorias y gastrointestinales superan todos los récords en el país.
Un estudio de la Auditoría General de la Nación detalla que el Comité Ejecutor del Plan Ambiental que funcionó desde 1995 hasta la creación de Acumar subejecutó su presupuesto, no controló a las industrias contaminantes y no hizo cumplir un contrato de concesión con Aguas Argentinas S.A. que preveía la construcción de cloacas.
Hay demoras en la ejecución de obras, falta de controles de contaminación con metales pesados y poco avance en la relocalización de los vecinos.
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