¡Rocanrol…René!
El gran éxito cinematográfico de estos tiempos no es una película, ni siquiera el formato 3D, sino la nostalgia. Así lo demuestran el retorno a las salas de Volver al Futuro, Top Gun, El Padrino (éste año -entre otras- se sumarán Scarface y La Fiesta Inolvidable). Incluso Star Wars, Buscando a Nemo y Titanic mezclarán uno y otro fenómeno pues serán reestranadas con los inevitables anteojitos 3D. Lo cual puede compararse con lo que viene produciéndose en materia musical desde hace un buen tiempo (giras de gigantes, boxsets, reediciones, etc.). El deseo de ver nuevamente -o por primera vez- esos old hits, una promoción a costo muy bajo y/o con la cultura digital como soporte, las salas llenas…la ecuación cierra.
Los Muppets se suma al fenómeno de forma paradigmática. No podía ser de otro modo. Los muñecotes de Jim Henson siempre fueron unos cabrones entrañables. Como lobos con piel de… ¡rana!, debajo de toda esa goma espuma ofrecen algo muy particular. Su séptima llegada a los cines no es una remake de su show -pero casi-, su universo se bate nuevamente a duelo -en forma tierna- con la cultura pop, y hasta podría ser considerada la primera película surgida de la retroviralidad. Ojo: no confundir la manía por lo retro con doble click (lo saben aquellos que infructuosamente lanzaron una campaña por la web para que Scott Pilgrim VS. The World llegase a las salas).
Master of Puppets
Como en otras ocasiones, las armas de pacificación masiva de esta comarca son gags, más de un centenar de marionetas saltimbanquis, espíritu de music hall, y rock: En actitud, estética, sonido, invitados, guiños y, sobre todo, en esa ideología muppet tan explosiva como bonachona. Parafraseando a Pete Townshend, René y los suyos no piden verdad, tampoco auxilio, sino un descarado y dadaísta: “¡Mhana Mhana!”.
¿La historia? La troupe está desperdigada por el globo y su viejo estudio está a punto de ser demolido por el malvado de ocasión. A nadie parece importarle salvo a Walter -un muppet fan de los muppets-, Gary -un humano muy muppet- y la novia de éste, Mary. No pasará mucho tiempo para que René (renombrado Kermit) salga de su Graceland para reunir al grupo. Animal, por ejemplo, abandonó la batería y se halla recluido en una clínica aprendiendo a calmar su ira. El oso Figueredo (renombrado Fozzie) toca con un grupo tributo -Los Moopets- en donde la percusión está a cargo de ¡Dave Grohl! El chiste puede ser doble (o triple). No sólo porque el líder de Foo Fighters se llame “Animool”, se calce una peluca colorada o toque una tonta melodía pop con pandereta. En otra escena, un grupo de barberos entona “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana. Para entonces la cantautora Feist bailó en un musical y los muppets secuestraron a Jack Black. Por suerte en el grand finale, en medio de una notable interpretación de “Rainbow Connection”, Animal se entrega a los ocho cuerpos. Ésta canción es la misma que Weezer grabó para The Green Album (2011), un trabajo en el que My Morning Jacket, Sondre Lerche y Andrew Bird, entre otros, versionaron temas muppets como aperitivo del film que se ha vuelto un éxito de crítica y público en todo el globo.
Revisionimo Muppet
Empezando por su título, el film se presenta como un gran regreso de la factoría creada por Jim Henson. Nada de llevarlos al espacio para jugar con el 3D (aunque pueda elegirse por ésta opción) o descollar con efectos especiales (de hecho la mayor explosión del film no se ve). Aquí los Muppets hacen su viejo show televisivo. Se desempolva el espectáculo que en los ’70 coqueteó, sin contradicción alguna, con la contracultura y el mainstream. The Muppets Show podía tener como invitados a la cantante de protesta Joan Báez o C-3PO junto a Mark “Luke Skywalker” Hamill en pleno suceso de Star Wars.
Su piloto se llamó “Sexo y Violencia” pero en el fondo era “tan sólo” un buen show de vaudeville. Sin olvidar a la inigualable Dr. Teeth and The Electric Mayhem, conjunto que rebalsa de flowerpower y de magnetismo vudú en su líder (un homenaje al músico Dr. John). Y así podríamos seguir con esta gran bestia pop. The Muppets Show fue un programa de culto que inoculó la cultura de su época siendo, a su vez, parte estelar de la misma.
En Los Muppets todavía se respira algo de ese caldo reactivo. Cuando plantean de retornar con su show, se los tilda de hippies y el marketing los considera inviables. Eso y pequeñas gemas como un muñeco piromaníaco que explota el Monte Rushmore (emblema de patriotismo norteamericano), un puerco travestido jugando con navajas y las gallinitas de Gonzo eludiendo la censura al cantar “Fuck You” de Cee Lo Green.
Gran parte del mérito está en el cuarteto que le dio forma al film. Su prontuario es increíble. Jason Segel, comediante y colaborador del guión, ya había mostrado su amor por los Muppets interpretando a un titiritero en Forgetting Sarah Marshall. Nicholas Stoller, también guionista, concibió y dirigió Get Him To The Greek, un perspicaz registro del estilo de vida pomeleano. James Bobin, su director, estuvo en el detrás de cámara de Da Ali G Show (trampolín para el comediante Sacha Baron Cohen). Más importante fue su mano en otro show: Flight of the Conchords. Si todavía existen Cuevana y Taringa, vale sumergirse en la historia y las parodias de este dúo musical neozelandés que busca triunfar en Nueva York. Bret McKenzie, mitad de Flight…, tuvo en Los Muppets un cargo trascendental: Fue el responsable de su música. Sazonó la banda de sonido (con “Back in Black” de AC/DC por ejemplo) y compuso “Life's a Happy Song”, “Me Party” y ese hit del verano que no pasó, “Man or Muppet”. Canción que da pie a una de las escenas más hilarantes y conmovedoras del film cuando los personajes reflexionan sobre su propia condición humana -o muppet-.
La retroviralidad
Que este tino (50% travieso-50% tierno) hoy asome en series como Glee, los universos de Kate Perry y Zooey Deschanel, se comprende por lo generacional. Varios de sus creadores crecieron viendo los shows y las películas de la marca que hoy pertenece al grupo Disney (gran recicladora de cuentos infantiles por los que no ha pagado derecho alguno). Hasta Lady Gaga fue a una entrega de premios con René como pareja y se hizo un vestido lleno de ranitas. Pero hay una diferencia entre ese rescate vintage y el joie de vivre muppet que cala perfecto en la industria del entretenimiento. Los muppets no tienen ironía. Esta es una palabra desconocida en su diccionario. Su doble sentido nace de su sinceridad. El film tendrá sus chistes retro, pero aquí hay más de merecido autohomenaje. De hecho, el paso del tiempo, el quiebre de fronteras entre lo real y ficticio, son dos de los nudos centrales del film. Hay allí un pequeño mensaje subliminal. Si el mundo ya no necesita a los muppets, ¿qué clase de mundo es éste?
En estos juegos de tiempo y espacio, Internet dice presente, pues otro motivo del éxito actual tiene que ver con lo sucedido con los videos del show subidos a You Tube. Así fue como los expertos 2.0 de OK GO hicieron su versión del tema de apertura del programa. Le siguieron el cover de “Bohemian Rapsody” y el sitio Muppetsmahnamahna.com. La retroviralidad incluyó a un diseñador canadiense llamado Michael de Pippo, quien hizo circular por la web unos impactantes -y muy vintages- afiches de cada uno de los integrantes de la Electric Mayhem sin pedirle permiso a la Disney; luego el multimedio le concedió la licencia para poder venderlos.
Los gigantes del entretenimiento se ven en una posición extraña. Deben aceptar a regañadientes, discutir por copyright -y extorsionar- con aquellos mismos que les permiten subsistir. Un cambio de sensibilidad que se extiende a Star Wars Uncut, film hecho por los fans del universo creado por George Lucas y que recibió su venia.
A éste ida y vuelta entre fans y licenciataria, se le suma el descontento generado por la decisión de la Disney local de cambiar los nombres de algunos personajes. Lo cual genera un chiste impensado para aquellos que vean el film. Justamente uno de los deseos de Tex Richman, el archirrival de los Muppets, es ése: Variar su nombre.
Tanta agitación desatada por Los Muppets llevó a un análisis algo paranoico de un comentarista de la cadena Fox. Tildó al film de “comunista” porque Richman es un empresario petrolero tejano. Ni al águila Sam se le hubiese ocurrido una acotación más extrema. Aunque a su favor puede decirse que no estuvo tan errado. No hace mucho, y en las páginas de este diario, dos discípulos de Jim Henson definieron al gran titiritero, y responsable de todo esto, como “un anarquista amable”.
El gran éxito cinematográfico de estos tiempos no es una película, ni siquiera el formato 3D, sino la nostalgia. Así lo demuestran el retorno a las salas de Volver al Futuro, Top Gun, El Padrino (éste año -entre otras- se sumarán Scarface y La Fiesta Inolvidable). Incluso Star Wars, Buscando a Nemo y Titanic mezclarán uno y otro fenómeno pues serán reestranadas con los inevitables anteojitos 3D. Lo cual puede compararse con lo que viene produciéndose en materia musical desde hace un buen tiempo (giras de gigantes, boxsets, reediciones, etc.). El deseo de ver nuevamente -o por primera vez- esos old hits, una promoción a costo muy bajo y/o con la cultura digital como soporte, las salas llenas…la ecuación cierra.
Los Muppets se suma al fenómeno de forma paradigmática. No podía ser de otro modo. Los muñecotes de Jim Henson siempre fueron unos cabrones entrañables. Como lobos con piel de… ¡rana!, debajo de toda esa goma espuma ofrecen algo muy particular. Su séptima llegada a los cines no es una remake de su show -pero casi-, su universo se bate nuevamente a duelo -en forma tierna- con la cultura pop, y hasta podría ser considerada la primera película surgida de la retroviralidad. Ojo: no confundir la manía por lo retro con doble click (lo saben aquellos que infructuosamente lanzaron una campaña por la web para que Scott Pilgrim VS. The World llegase a las salas).
Master of Puppets
Como en otras ocasiones, las armas de pacificación masiva de esta comarca son gags, más de un centenar de marionetas saltimbanquis, espíritu de music hall, y rock: En actitud, estética, sonido, invitados, guiños y, sobre todo, en esa ideología muppet tan explosiva como bonachona. Parafraseando a Pete Townshend, René y los suyos no piden verdad, tampoco auxilio, sino un descarado y dadaísta: “¡Mhana Mhana!”.
¿La historia? La troupe está desperdigada por el globo y su viejo estudio está a punto de ser demolido por el malvado de ocasión. A nadie parece importarle salvo a Walter -un muppet fan de los muppets-, Gary -un humano muy muppet- y la novia de éste, Mary. No pasará mucho tiempo para que René (renombrado Kermit) salga de su Graceland para reunir al grupo. Animal, por ejemplo, abandonó la batería y se halla recluido en una clínica aprendiendo a calmar su ira. El oso Figueredo (renombrado Fozzie) toca con un grupo tributo -Los Moopets- en donde la percusión está a cargo de ¡Dave Grohl! El chiste puede ser doble (o triple). No sólo porque el líder de Foo Fighters se llame “Animool”, se calce una peluca colorada o toque una tonta melodía pop con pandereta. En otra escena, un grupo de barberos entona “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana. Para entonces la cantautora Feist bailó en un musical y los muppets secuestraron a Jack Black. Por suerte en el grand finale, en medio de una notable interpretación de “Rainbow Connection”, Animal se entrega a los ocho cuerpos. Ésta canción es la misma que Weezer grabó para The Green Album (2011), un trabajo en el que My Morning Jacket, Sondre Lerche y Andrew Bird, entre otros, versionaron temas muppets como aperitivo del film que se ha vuelto un éxito de crítica y público en todo el globo.
Revisionimo Muppet
Empezando por su título, el film se presenta como un gran regreso de la factoría creada por Jim Henson. Nada de llevarlos al espacio para jugar con el 3D (aunque pueda elegirse por ésta opción) o descollar con efectos especiales (de hecho la mayor explosión del film no se ve). Aquí los Muppets hacen su viejo show televisivo. Se desempolva el espectáculo que en los ’70 coqueteó, sin contradicción alguna, con la contracultura y el mainstream. The Muppets Show podía tener como invitados a la cantante de protesta Joan Báez o C-3PO junto a Mark “Luke Skywalker” Hamill en pleno suceso de Star Wars.
Su piloto se llamó “Sexo y Violencia” pero en el fondo era “tan sólo” un buen show de vaudeville. Sin olvidar a la inigualable Dr. Teeth and The Electric Mayhem, conjunto que rebalsa de flowerpower y de magnetismo vudú en su líder (un homenaje al músico Dr. John). Y así podríamos seguir con esta gran bestia pop. The Muppets Show fue un programa de culto que inoculó la cultura de su época siendo, a su vez, parte estelar de la misma.
En Los Muppets todavía se respira algo de ese caldo reactivo. Cuando plantean de retornar con su show, se los tilda de hippies y el marketing los considera inviables. Eso y pequeñas gemas como un muñeco piromaníaco que explota el Monte Rushmore (emblema de patriotismo norteamericano), un puerco travestido jugando con navajas y las gallinitas de Gonzo eludiendo la censura al cantar “Fuck You” de Cee Lo Green.
Gran parte del mérito está en el cuarteto que le dio forma al film. Su prontuario es increíble. Jason Segel, comediante y colaborador del guión, ya había mostrado su amor por los Muppets interpretando a un titiritero en Forgetting Sarah Marshall. Nicholas Stoller, también guionista, concibió y dirigió Get Him To The Greek, un perspicaz registro del estilo de vida pomeleano. James Bobin, su director, estuvo en el detrás de cámara de Da Ali G Show (trampolín para el comediante Sacha Baron Cohen). Más importante fue su mano en otro show: Flight of the Conchords. Si todavía existen Cuevana y Taringa, vale sumergirse en la historia y las parodias de este dúo musical neozelandés que busca triunfar en Nueva York. Bret McKenzie, mitad de Flight…, tuvo en Los Muppets un cargo trascendental: Fue el responsable de su música. Sazonó la banda de sonido (con “Back in Black” de AC/DC por ejemplo) y compuso “Life's a Happy Song”, “Me Party” y ese hit del verano que no pasó, “Man or Muppet”. Canción que da pie a una de las escenas más hilarantes y conmovedoras del film cuando los personajes reflexionan sobre su propia condición humana -o muppet-.
La retroviralidad
Que este tino (50% travieso-50% tierno) hoy asome en series como Glee, los universos de Kate Perry y Zooey Deschanel, se comprende por lo generacional. Varios de sus creadores crecieron viendo los shows y las películas de la marca que hoy pertenece al grupo Disney (gran recicladora de cuentos infantiles por los que no ha pagado derecho alguno). Hasta Lady Gaga fue a una entrega de premios con René como pareja y se hizo un vestido lleno de ranitas. Pero hay una diferencia entre ese rescate vintage y el joie de vivre muppet que cala perfecto en la industria del entretenimiento. Los muppets no tienen ironía. Esta es una palabra desconocida en su diccionario. Su doble sentido nace de su sinceridad. El film tendrá sus chistes retro, pero aquí hay más de merecido autohomenaje. De hecho, el paso del tiempo, el quiebre de fronteras entre lo real y ficticio, son dos de los nudos centrales del film. Hay allí un pequeño mensaje subliminal. Si el mundo ya no necesita a los muppets, ¿qué clase de mundo es éste?
En estos juegos de tiempo y espacio, Internet dice presente, pues otro motivo del éxito actual tiene que ver con lo sucedido con los videos del show subidos a You Tube. Así fue como los expertos 2.0 de OK GO hicieron su versión del tema de apertura del programa. Le siguieron el cover de “Bohemian Rapsody” y el sitio Muppetsmahnamahna.com. La retroviralidad incluyó a un diseñador canadiense llamado Michael de Pippo, quien hizo circular por la web unos impactantes -y muy vintages- afiches de cada uno de los integrantes de la Electric Mayhem sin pedirle permiso a la Disney; luego el multimedio le concedió la licencia para poder venderlos.
Los gigantes del entretenimiento se ven en una posición extraña. Deben aceptar a regañadientes, discutir por copyright -y extorsionar- con aquellos mismos que les permiten subsistir. Un cambio de sensibilidad que se extiende a Star Wars Uncut, film hecho por los fans del universo creado por George Lucas y que recibió su venia.
A éste ida y vuelta entre fans y licenciataria, se le suma el descontento generado por la decisión de la Disney local de cambiar los nombres de algunos personajes. Lo cual genera un chiste impensado para aquellos que vean el film. Justamente uno de los deseos de Tex Richman, el archirrival de los Muppets, es ése: Variar su nombre.
Tanta agitación desatada por Los Muppets llevó a un análisis algo paranoico de un comentarista de la cadena Fox. Tildó al film de “comunista” porque Richman es un empresario petrolero tejano. Ni al águila Sam se le hubiese ocurrido una acotación más extrema. Aunque a su favor puede decirse que no estuvo tan errado. No hace mucho, y en las páginas de este diario, dos discípulos de Jim Henson definieron al gran titiritero, y responsable de todo esto, como “un anarquista amable”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Yo inconcluseo, tú ¿inconcluseas?