Las cosas no se dieron como deseaba, orgullosamente, fui el Huracán de Cappa.
martes, 31 de enero de 2012
viernes, 27 de enero de 2012
Algo que estoy escribiendo
Había algo que tenía muy en claro desde el comienzo de nuestra relación. Mi compromiso con Julia, mi amor por ella, crecía cuanto más extravagante se mostrara. Esa cualidad que funcionaba como un spray hacia los demás -la chica proveía de jouissance a la cosa- y la mantenía ajena del escarnio público. Su necesidad de llamar la atención me ubicaba, por otra parte, en un lugar de comodidad innegable. Ella era la desvergonzada, yo comía migajas de su personalidad.
jueves, 26 de enero de 2012
¡Rocanrol René!
¡Rocanrol…René!
El gran éxito cinematográfico de estos tiempos no es una película, ni siquiera el formato 3D, sino la nostalgia. Así lo demuestran el retorno a las salas de Volver al Futuro, Top Gun, El Padrino (éste año -entre otras- se sumarán Scarface y La Fiesta Inolvidable). Incluso Star Wars, Buscando a Nemo y Titanic mezclarán uno y otro fenómeno pues serán reestranadas con los inevitables anteojitos 3D. Lo cual puede compararse con lo que viene produciéndose en materia musical desde hace un buen tiempo (giras de gigantes, boxsets, reediciones, etc.). El deseo de ver nuevamente -o por primera vez- esos old hits, una promoción a costo muy bajo y/o con la cultura digital como soporte, las salas llenas…la ecuación cierra.
Los Muppets se suma al fenómeno de forma paradigmática. No podía ser de otro modo. Los muñecotes de Jim Henson siempre fueron unos cabrones entrañables. Como lobos con piel de… ¡rana!, debajo de toda esa goma espuma ofrecen algo muy particular. Su séptima llegada a los cines no es una remake de su show -pero casi-, su universo se bate nuevamente a duelo -en forma tierna- con la cultura pop, y hasta podría ser considerada la primera película surgida de la retroviralidad. Ojo: no confundir la manía por lo retro con doble click (lo saben aquellos que infructuosamente lanzaron una campaña por la web para que Scott Pilgrim VS. The World llegase a las salas).
Master of Puppets
Como en otras ocasiones, las armas de pacificación masiva de esta comarca son gags, más de un centenar de marionetas saltimbanquis, espíritu de music hall, y rock: En actitud, estética, sonido, invitados, guiños y, sobre todo, en esa ideología muppet tan explosiva como bonachona. Parafraseando a Pete Townshend, René y los suyos no piden verdad, tampoco auxilio, sino un descarado y dadaísta: “¡Mhana Mhana!”.
¿La historia? La troupe está desperdigada por el globo y su viejo estudio está a punto de ser demolido por el malvado de ocasión. A nadie parece importarle salvo a Walter -un muppet fan de los muppets-, Gary -un humano muy muppet- y la novia de éste, Mary. No pasará mucho tiempo para que René (renombrado Kermit) salga de su Graceland para reunir al grupo. Animal, por ejemplo, abandonó la batería y se halla recluido en una clínica aprendiendo a calmar su ira. El oso Figueredo (renombrado Fozzie) toca con un grupo tributo -Los Moopets- en donde la percusión está a cargo de ¡Dave Grohl! El chiste puede ser doble (o triple). No sólo porque el líder de Foo Fighters se llame “Animool”, se calce una peluca colorada o toque una tonta melodía pop con pandereta. En otra escena, un grupo de barberos entona “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana. Para entonces la cantautora Feist bailó en un musical y los muppets secuestraron a Jack Black. Por suerte en el grand finale, en medio de una notable interpretación de “Rainbow Connection”, Animal se entrega a los ocho cuerpos. Ésta canción es la misma que Weezer grabó para The Green Album (2011), un trabajo en el que My Morning Jacket, Sondre Lerche y Andrew Bird, entre otros, versionaron temas muppets como aperitivo del film que se ha vuelto un éxito de crítica y público en todo el globo.
Revisionimo Muppet
Empezando por su título, el film se presenta como un gran regreso de la factoría creada por Jim Henson. Nada de llevarlos al espacio para jugar con el 3D (aunque pueda elegirse por ésta opción) o descollar con efectos especiales (de hecho la mayor explosión del film no se ve). Aquí los Muppets hacen su viejo show televisivo. Se desempolva el espectáculo que en los ’70 coqueteó, sin contradicción alguna, con la contracultura y el mainstream. The Muppets Show podía tener como invitados a la cantante de protesta Joan Báez o C-3PO junto a Mark “Luke Skywalker” Hamill en pleno suceso de Star Wars.
Su piloto se llamó “Sexo y Violencia” pero en el fondo era “tan sólo” un buen show de vaudeville. Sin olvidar a la inigualable Dr. Teeth and The Electric Mayhem, conjunto que rebalsa de flowerpower y de magnetismo vudú en su líder (un homenaje al músico Dr. John). Y así podríamos seguir con esta gran bestia pop. The Muppets Show fue un programa de culto que inoculó la cultura de su época siendo, a su vez, parte estelar de la misma.
En Los Muppets todavía se respira algo de ese caldo reactivo. Cuando plantean de retornar con su show, se los tilda de hippies y el marketing los considera inviables. Eso y pequeñas gemas como un muñeco piromaníaco que explota el Monte Rushmore (emblema de patriotismo norteamericano), un puerco travestido jugando con navajas y las gallinitas de Gonzo eludiendo la censura al cantar “Fuck You” de Cee Lo Green.
Gran parte del mérito está en el cuarteto que le dio forma al film. Su prontuario es increíble. Jason Segel, comediante y colaborador del guión, ya había mostrado su amor por los Muppets interpretando a un titiritero en Forgetting Sarah Marshall. Nicholas Stoller, también guionista, concibió y dirigió Get Him To The Greek, un perspicaz registro del estilo de vida pomeleano. James Bobin, su director, estuvo en el detrás de cámara de Da Ali G Show (trampolín para el comediante Sacha Baron Cohen). Más importante fue su mano en otro show: Flight of the Conchords. Si todavía existen Cuevana y Taringa, vale sumergirse en la historia y las parodias de este dúo musical neozelandés que busca triunfar en Nueva York. Bret McKenzie, mitad de Flight…, tuvo en Los Muppets un cargo trascendental: Fue el responsable de su música. Sazonó la banda de sonido (con “Back in Black” de AC/DC por ejemplo) y compuso “Life's a Happy Song”, “Me Party” y ese hit del verano que no pasó, “Man or Muppet”. Canción que da pie a una de las escenas más hilarantes y conmovedoras del film cuando los personajes reflexionan sobre su propia condición humana -o muppet-.
La retroviralidad
Que este tino (50% travieso-50% tierno) hoy asome en series como Glee, los universos de Kate Perry y Zooey Deschanel, se comprende por lo generacional. Varios de sus creadores crecieron viendo los shows y las películas de la marca que hoy pertenece al grupo Disney (gran recicladora de cuentos infantiles por los que no ha pagado derecho alguno). Hasta Lady Gaga fue a una entrega de premios con René como pareja y se hizo un vestido lleno de ranitas. Pero hay una diferencia entre ese rescate vintage y el joie de vivre muppet que cala perfecto en la industria del entretenimiento. Los muppets no tienen ironía. Esta es una palabra desconocida en su diccionario. Su doble sentido nace de su sinceridad. El film tendrá sus chistes retro, pero aquí hay más de merecido autohomenaje. De hecho, el paso del tiempo, el quiebre de fronteras entre lo real y ficticio, son dos de los nudos centrales del film. Hay allí un pequeño mensaje subliminal. Si el mundo ya no necesita a los muppets, ¿qué clase de mundo es éste?
En estos juegos de tiempo y espacio, Internet dice presente, pues otro motivo del éxito actual tiene que ver con lo sucedido con los videos del show subidos a You Tube. Así fue como los expertos 2.0 de OK GO hicieron su versión del tema de apertura del programa. Le siguieron el cover de “Bohemian Rapsody” y el sitio Muppetsmahnamahna.com. La retroviralidad incluyó a un diseñador canadiense llamado Michael de Pippo, quien hizo circular por la web unos impactantes -y muy vintages- afiches de cada uno de los integrantes de la Electric Mayhem sin pedirle permiso a la Disney; luego el multimedio le concedió la licencia para poder venderlos.
Los gigantes del entretenimiento se ven en una posición extraña. Deben aceptar a regañadientes, discutir por copyright -y extorsionar- con aquellos mismos que les permiten subsistir. Un cambio de sensibilidad que se extiende a Star Wars Uncut, film hecho por los fans del universo creado por George Lucas y que recibió su venia.
A éste ida y vuelta entre fans y licenciataria, se le suma el descontento generado por la decisión de la Disney local de cambiar los nombres de algunos personajes. Lo cual genera un chiste impensado para aquellos que vean el film. Justamente uno de los deseos de Tex Richman, el archirrival de los Muppets, es ése: Variar su nombre.
Tanta agitación desatada por Los Muppets llevó a un análisis algo paranoico de un comentarista de la cadena Fox. Tildó al film de “comunista” porque Richman es un empresario petrolero tejano. Ni al águila Sam se le hubiese ocurrido una acotación más extrema. Aunque a su favor puede decirse que no estuvo tan errado. No hace mucho, y en las páginas de este diario, dos discípulos de Jim Henson definieron al gran titiritero, y responsable de todo esto, como “un anarquista amable”.
El gran éxito cinematográfico de estos tiempos no es una película, ni siquiera el formato 3D, sino la nostalgia. Así lo demuestran el retorno a las salas de Volver al Futuro, Top Gun, El Padrino (éste año -entre otras- se sumarán Scarface y La Fiesta Inolvidable). Incluso Star Wars, Buscando a Nemo y Titanic mezclarán uno y otro fenómeno pues serán reestranadas con los inevitables anteojitos 3D. Lo cual puede compararse con lo que viene produciéndose en materia musical desde hace un buen tiempo (giras de gigantes, boxsets, reediciones, etc.). El deseo de ver nuevamente -o por primera vez- esos old hits, una promoción a costo muy bajo y/o con la cultura digital como soporte, las salas llenas…la ecuación cierra.
Los Muppets se suma al fenómeno de forma paradigmática. No podía ser de otro modo. Los muñecotes de Jim Henson siempre fueron unos cabrones entrañables. Como lobos con piel de… ¡rana!, debajo de toda esa goma espuma ofrecen algo muy particular. Su séptima llegada a los cines no es una remake de su show -pero casi-, su universo se bate nuevamente a duelo -en forma tierna- con la cultura pop, y hasta podría ser considerada la primera película surgida de la retroviralidad. Ojo: no confundir la manía por lo retro con doble click (lo saben aquellos que infructuosamente lanzaron una campaña por la web para que Scott Pilgrim VS. The World llegase a las salas).
Master of Puppets
Como en otras ocasiones, las armas de pacificación masiva de esta comarca son gags, más de un centenar de marionetas saltimbanquis, espíritu de music hall, y rock: En actitud, estética, sonido, invitados, guiños y, sobre todo, en esa ideología muppet tan explosiva como bonachona. Parafraseando a Pete Townshend, René y los suyos no piden verdad, tampoco auxilio, sino un descarado y dadaísta: “¡Mhana Mhana!”.
¿La historia? La troupe está desperdigada por el globo y su viejo estudio está a punto de ser demolido por el malvado de ocasión. A nadie parece importarle salvo a Walter -un muppet fan de los muppets-, Gary -un humano muy muppet- y la novia de éste, Mary. No pasará mucho tiempo para que René (renombrado Kermit) salga de su Graceland para reunir al grupo. Animal, por ejemplo, abandonó la batería y se halla recluido en una clínica aprendiendo a calmar su ira. El oso Figueredo (renombrado Fozzie) toca con un grupo tributo -Los Moopets- en donde la percusión está a cargo de ¡Dave Grohl! El chiste puede ser doble (o triple). No sólo porque el líder de Foo Fighters se llame “Animool”, se calce una peluca colorada o toque una tonta melodía pop con pandereta. En otra escena, un grupo de barberos entona “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana. Para entonces la cantautora Feist bailó en un musical y los muppets secuestraron a Jack Black. Por suerte en el grand finale, en medio de una notable interpretación de “Rainbow Connection”, Animal se entrega a los ocho cuerpos. Ésta canción es la misma que Weezer grabó para The Green Album (2011), un trabajo en el que My Morning Jacket, Sondre Lerche y Andrew Bird, entre otros, versionaron temas muppets como aperitivo del film que se ha vuelto un éxito de crítica y público en todo el globo.
Revisionimo Muppet
Empezando por su título, el film se presenta como un gran regreso de la factoría creada por Jim Henson. Nada de llevarlos al espacio para jugar con el 3D (aunque pueda elegirse por ésta opción) o descollar con efectos especiales (de hecho la mayor explosión del film no se ve). Aquí los Muppets hacen su viejo show televisivo. Se desempolva el espectáculo que en los ’70 coqueteó, sin contradicción alguna, con la contracultura y el mainstream. The Muppets Show podía tener como invitados a la cantante de protesta Joan Báez o C-3PO junto a Mark “Luke Skywalker” Hamill en pleno suceso de Star Wars.
Su piloto se llamó “Sexo y Violencia” pero en el fondo era “tan sólo” un buen show de vaudeville. Sin olvidar a la inigualable Dr. Teeth and The Electric Mayhem, conjunto que rebalsa de flowerpower y de magnetismo vudú en su líder (un homenaje al músico Dr. John). Y así podríamos seguir con esta gran bestia pop. The Muppets Show fue un programa de culto que inoculó la cultura de su época siendo, a su vez, parte estelar de la misma.
En Los Muppets todavía se respira algo de ese caldo reactivo. Cuando plantean de retornar con su show, se los tilda de hippies y el marketing los considera inviables. Eso y pequeñas gemas como un muñeco piromaníaco que explota el Monte Rushmore (emblema de patriotismo norteamericano), un puerco travestido jugando con navajas y las gallinitas de Gonzo eludiendo la censura al cantar “Fuck You” de Cee Lo Green.
Gran parte del mérito está en el cuarteto que le dio forma al film. Su prontuario es increíble. Jason Segel, comediante y colaborador del guión, ya había mostrado su amor por los Muppets interpretando a un titiritero en Forgetting Sarah Marshall. Nicholas Stoller, también guionista, concibió y dirigió Get Him To The Greek, un perspicaz registro del estilo de vida pomeleano. James Bobin, su director, estuvo en el detrás de cámara de Da Ali G Show (trampolín para el comediante Sacha Baron Cohen). Más importante fue su mano en otro show: Flight of the Conchords. Si todavía existen Cuevana y Taringa, vale sumergirse en la historia y las parodias de este dúo musical neozelandés que busca triunfar en Nueva York. Bret McKenzie, mitad de Flight…, tuvo en Los Muppets un cargo trascendental: Fue el responsable de su música. Sazonó la banda de sonido (con “Back in Black” de AC/DC por ejemplo) y compuso “Life's a Happy Song”, “Me Party” y ese hit del verano que no pasó, “Man or Muppet”. Canción que da pie a una de las escenas más hilarantes y conmovedoras del film cuando los personajes reflexionan sobre su propia condición humana -o muppet-.
La retroviralidad
Que este tino (50% travieso-50% tierno) hoy asome en series como Glee, los universos de Kate Perry y Zooey Deschanel, se comprende por lo generacional. Varios de sus creadores crecieron viendo los shows y las películas de la marca que hoy pertenece al grupo Disney (gran recicladora de cuentos infantiles por los que no ha pagado derecho alguno). Hasta Lady Gaga fue a una entrega de premios con René como pareja y se hizo un vestido lleno de ranitas. Pero hay una diferencia entre ese rescate vintage y el joie de vivre muppet que cala perfecto en la industria del entretenimiento. Los muppets no tienen ironía. Esta es una palabra desconocida en su diccionario. Su doble sentido nace de su sinceridad. El film tendrá sus chistes retro, pero aquí hay más de merecido autohomenaje. De hecho, el paso del tiempo, el quiebre de fronteras entre lo real y ficticio, son dos de los nudos centrales del film. Hay allí un pequeño mensaje subliminal. Si el mundo ya no necesita a los muppets, ¿qué clase de mundo es éste?
En estos juegos de tiempo y espacio, Internet dice presente, pues otro motivo del éxito actual tiene que ver con lo sucedido con los videos del show subidos a You Tube. Así fue como los expertos 2.0 de OK GO hicieron su versión del tema de apertura del programa. Le siguieron el cover de “Bohemian Rapsody” y el sitio Muppetsmahnamahna.com. La retroviralidad incluyó a un diseñador canadiense llamado Michael de Pippo, quien hizo circular por la web unos impactantes -y muy vintages- afiches de cada uno de los integrantes de la Electric Mayhem sin pedirle permiso a la Disney; luego el multimedio le concedió la licencia para poder venderlos.
Los gigantes del entretenimiento se ven en una posición extraña. Deben aceptar a regañadientes, discutir por copyright -y extorsionar- con aquellos mismos que les permiten subsistir. Un cambio de sensibilidad que se extiende a Star Wars Uncut, film hecho por los fans del universo creado por George Lucas y que recibió su venia.
A éste ida y vuelta entre fans y licenciataria, se le suma el descontento generado por la decisión de la Disney local de cambiar los nombres de algunos personajes. Lo cual genera un chiste impensado para aquellos que vean el film. Justamente uno de los deseos de Tex Richman, el archirrival de los Muppets, es ése: Variar su nombre.
Tanta agitación desatada por Los Muppets llevó a un análisis algo paranoico de un comentarista de la cadena Fox. Tildó al film de “comunista” porque Richman es un empresario petrolero tejano. Ni al águila Sam se le hubiese ocurrido una acotación más extrema. Aunque a su favor puede decirse que no estuvo tan errado. No hace mucho, y en las páginas de este diario, dos discípulos de Jim Henson definieron al gran titiritero, y responsable de todo esto, como “un anarquista amable”.
lunes, 23 de enero de 2012
Cuelguen al DJ –y también al humorista-
A raíz de la polémica surgida por la tira “Una aventura de David Gueto, el DJ de los campos de concentración” escribí en Twitter: “140 caracteres para expresar todo mi respeto por Gustavo Sala como compañero de laburo y los fines del humor, sus límites -o no- son muy poc”. No voy a esquivar lo prometido con un chistín. Encuentro fascinante el tema del humor como catalizador del ser humano -en particular de sus miserias más profundas- más aún cuando la controversia surge de un medio, y sección, donde colaboro desde hace más de cinco años. Aquí van algunas reflexiones sobre la tira y su repercusión.
Primero una aclaración. Habiendo compartido tiempo, reuniones, asados, trabajos, con casi la totalidad de los que han pasado por el Suple NO en el último tiempo, incluido Gustavo Sala, puedo asegurar que ninguno tiene simpatía por el nacionalsocialismo o ideología semejante (ni que les guste Comando Suicida). Son gente por la cual tengo tremendo aprecio profesional y personal. La mente abierta y sensibilidad como para abordar la cultura joven han sido las características históricas del suplemento. Con desfachatez y desparpajo, las posturas a defender, están en las antípodas de lo racista, xenófobo, o discriminatorio en cualquier forma.
Admiro el trabajo de Gustavo Sala. Cuando el jueves leí su tira (es una de mis secciones favoritas del Suple) esbocé un cuarto de sonrisa, muy pequeñita, casi por obligación. Confieso que no me pareció ofensivo -ni muy gracioso-lo que había hecho. Conozco su humor. Es grueso, impactante, violento y con alto octanaje de provocación, pero nunca llega a ser desalmado. Si Sala fuera un boxeador sería una mezcla de Tyson con Ali. Primero te deja groggy, después baila magníficamente. Debajo del morbo siempre hay algo más(1). Pero esta vez, tras pensarlo un poco sin camisetismo, no fue el caso.
Porque el trabajo previo de Gustavo, todo lo que vino haciendo el Suple y el diario en relación a la defensa de los derechos humanos, no son el eje de la cuestión. El punto es que la tira ofendió a muchos. Y vale detenerse un segundo en la ofensa, casi como el humor, se da como un calambre. Encontré una serie de reflexiones muy interesantes sobre los límites -o no- del humor en este blog . Resumo un párrafo que refiere a éste punto: “Si la ofensa supera el grado de lo que querés decir…pensalo”. Claro que no hay un ofensémetro estándar, lo cual dificulta la tarea. Considero que uno no puede hacerse cargo de todas las lecturas que hace el lector (¿qué es esa entidad difusa entidad llamada lector?) pero el medio es responsable de su línea editorial y de definir claramente los márgenes para que el sentido sea entendido lo más correctamente posible.
Ahí una primera clave. El contexto determina la aceptación o no del chiste. No sólo por la tira, sino por el tono que maneja el suplemento, quienes por primera vez se desayunaron con “Bife Angosto”, habrán sentido ganas de devolver el café con leche por la nariz.
Si un tipo que se desmaya al ver sangre, se ofende al ver “El Juego del Miedo”, allá éste salame. Pero en este caso, creo que la broma es confusa, en gran parte por los elementos para dar el mensaje y cómo son utilizados. De allí proviene la mayor molestia con quienes fueron sus destinatarios -que en este caso fueron muchos más que los usuales- .
El objeto del chiste
En una primera lectura ni me había dado cuenta de la asociación entre el nombre del DJ y la palabra gueto, leí la tira como una crítica -no muy fina por cierto- al totalitarismo del festejo en el ámbito de la electrónica. Y a ver, no hubo ningún ofendido entre los seguidores de David Guetta.
Desatada la polémica en Twitter(2), estuve pensando por qué podía llegar a considerarse insultante la tira. Muchos daban vueltas sobre el “con eso no se jode” o “banalización del Holocausto” sin decir mucho más. Las defensas a Sala referían al estilo de la revista Barcelona, el personaje Micky Vainilla, “El Dictador” de Chaplin, y podríamos sumar a los Monty Python, Woody Allen o Mel Brooks, quienes entre otros, han hecho sátiras notables sobre el nazismo (3). Alguien en Twitter llegó a recordar el humor usado en los campos de concentración por los confinados; justamente, las diferencias con el uso del humor en ese caso son lo bastante obvias como para desarrollarlas.
El gran inconveniente de todas estas defensas es que en ninguno de los casos mencionados el eje de la broma pasa por quienes padecieron el horror nazi. Obviamente, todos esos gags, sketches o dibujitos estuvieron entrecruzados por los millones de muertos, pero no se apuntó directamente sobre ellos. En el caso de la tira Maus de Art Spiegelman también es clara la postura (y no es muy graciosa que digamos). Ahí el despiste. Acaso el mayor pecado de Gustavo, fue la herramienta-objeto y cómo la usa en la broma: un campo de concentración con futuros exterminados, más que su reflexión/broma en sí sobre el snobismo en la electrónica.
Capusotto ríe del porteño cool facho, Chaplin de la locura totalitaria, los Monty Python del absurdo del plan fascista. Acá no es tan claro (o al menos para muchos no lo fue). Repito: Yo lo leí como una crítica al totalitarismo del consumo pero empleados esos elementos entiendo que pueda darse lugar a otro tipo de lectura: ¿los exterminados murieron felices?, ¿David Guetta es nazi? ¿El festejo de la electrónica lo es? ¿Todo lo que nos parezca malo en este mundo es homologable a lo peor del nazismo?
Creo que sirve como ejemplo algo sucedido con los Monty Python. Cuando estaban gestando “La Vida de Brian”, pensaron en colocar a Jesús como personaje, pero se dieron cuenta que el objeto de la gracia no debía ser la mayor figura del Catolicismo sino el uso que hizo de éste la Iglesia. De hecho en una escena de la película aparece Jesús, y son respetuosos de su mensaje. Igualmente muchos no entendieron el chiste y la turbamulta pidió la cabeza de los Python. Nunca se puede conformar a todos.
El problema, creo, no es entonces la caricatura gruesa, sino en función de qué se la está haciendo. Ojo no siempre el humor debe ser funcional a un “mensaje”. Pero si vamos a lo básico de la teoría comunicativa (emisor-receptor, blah blah blah) acá el mensaje llega con mucho ruido.
Me vienen a la mente otras tres películas que pueden ayudar en la reflexión. Las tres son de un humor más negro que Darth Vader.
En “La Última Cena”, un grupo de amigos arma reuniones para erradicar a sujetos que consideran despreciables (un cura homfóbico, una mujer que apoya asesinar a quienes abortan, un neonazi, etc). Son estos chicos bien pensantes los que terminan discriminando más que cualquier otro. Su soberbia y pedantería los pone a la altura de las posturas más execrables. Incluso quieren matar a una chica por lo que lee. Sirve para colocarse en los zapatos de otro, por más que sean muy incómodos y no nos gusten para nada. Mensaje claro.
Otro es el caso de “Idiocracy”. Una democracia de idiotas. En el futuro, Estados Unidos será gobernado por infradotados. Se trata de una cuestión demográfica. Sólo los rednecks y whitetrash tienen hijos. La película tiene sus momentos, aunque hay un problema en el mensaje que vale aclarar. La costra del balde, los desclasados, el lumpen, son siempre los culpables de todo lo que sucede en la película. Y ellos, una y otra vez, son objeto de burla. Mensaje no tan claro.
“Borat” es un ejemplo de todo de lo impolíticamente correcto. Pero hasta en ese trazo incómodo es bastante claro cuál es el objeto de burla en cada chiste. Recuerdo la escena en la que persiguen a los judíos en una especia de carnaval. Allí el objeto de broma es -de manera crudísima- la estupidez del antisemitismo. Toda la película, en sí, discute sobre esa tendencia humana a catalogar, separar…discriminar -bah- para sentirse más cómodo. Particularmente, para mí la mejor escena es cuando Borat se trompea en bolas con el obeso (“gordo” podría llegar a sonar ofensivo). La de la bolsa llena de caca también me puede. El mensaje es claro, aunque hay que verla con bastante limpiador.
Volviendo a la tira de Gustavo: Poner a Hitler al lado de David Guetta en un campo de concentración haciendo bailar a exterminados -chiste de jabones en el medio- para referirse al modo en que el público de la electrónica es arriado…Hay que explicarlo demasiado, y como dice el viejo dicho, si dobla es gracioso, si rompe no lo es...
Tiempo y espacio
Otro argumento presente en Twitter: “si esto lo decíamos en la intimidad…”. Bueno, un medio de comunicación no lo es. Y no tiene que ver con hipocresía (hasta Fernando Peña, inteligentemente, armaba ese telón de fondo semificcional para poder decir lo suyo). No son iguales. Un medio no tiene el mismo grado de responsabilidad e influencia que un grupo de reunión de amigos tomando birra. Son instancias, entornos, totalmente diferentes.
Otro razonamiento compartido, tanto entre los que defendían y denostaban a Sala, era el uso de contrafácticos. “¿Y si hablaba de un villero?”, “¿si ponía a desaparecidos”, “¿y qué del pueblo armenio?”, etc. Bueno, no lo sabemos. Y guarda con este argumento, por dos motivos. Uno porque puede esconder un resabio antisemita importante (“estos rusos siempre victimizándose”). E incluso si esa no fuera la lectura, Gustavo debería hacer cada tira de “Bife Angosto” con un mensaje aclaratorio cuadro a cuadro. Y así ni siquiera. Tal vez si lo metía a Diego Roca para referirse a Julio Argentino y hacía bailar a los “pueblos originarios”. O si hablaba de los “naziturros” como el absurdo de la homogeneización del consumo. O Guetta estaba en el gueto de Varsovia, en vez de un campo de exterminio, pasando música klezmer. ¿Y Pappo? ¿Dónde estaba Pappo?
¿No se entiende? Las posibilidades son miles. El problema de estos contrafácticos es que corren de terreno la discusión (por esto tampoco podemos saber si los chistes de Nik basados en rasgos físicos de las personas, hubiesen tenido el mismo tipo de rechazo). Repito: A mi entender es que en esta tira, para criticar el circo generado alrededor de un DJ, se usaron a los campos de concentración y a las victimas de una forma liviana. ¿Si esto puede ofender? Está a la vista que sí.
El “con eso no se jode”, que linda con la censura, no comparto y se desprende de lo anterior, se linkea con esta frase de Woody Allen: La comedia es tragedia más tiempo. Así es como Mel Brooks pudo reírse de la Inquisición española en “La loca historia del mundo” (incluidos un par de rabinos que son torturados). Si a Brooks se le ocurría el gag en 1850 resultaba chocante y pedían su cabeza, como muchos hicieron con Gustavo. Pero no fue el caso, Mel “Es bueno ser rey” Brooks zafó de la persecuta. Hoy no sé si zafaría de la inquisición digital…
Otro postura singular fue la de emplear otros temas de la actualidad (SOPA o la nena violada y embarazada en Entre Ríos). Algunos lo hacían para señalar la hipocresía de quienes criticaban a Gustavo. Hablás de esto pero no de esto otro(4). Incluso un reconocido periodista llegó a hablar de “basura antijudía” de la broma y tiró la hipotética de qué hubiese sucedido si la misma aparecía en Clarín o La Nación. Vale una pregunta: En ambos casos, ¿quién está banalizando qué o cuántos temas?
Y para terminar
Hay que agradecerle a Gustavo haber disparado una polémica en la que nadie podrá utilizar nunca la Ley de Godwin (según la cual un debate caduca cuando alguien menciona a Hitler). Lo que si sucedió con Juan Terranova surgido por su #pijazogate; polémica que puede compararse con esta otra por varios motivos (una broma incisiva -o fuera de lugar-, lecturas demasiado explícitas, más de un Torquemada dando vueltas con reclamos desproporcionados). Copio algo que escribí aquella vez: “John Lennon frente a su piano componiendo junto a Yoko. Está trabajando en una letra y de repente comienza a dudar. "Woman is...?". No sabe si escribir "nigger" con toda la connotación peyorativa que eso acarrea o poner "afroamericano". Finalmente se decide y manda a cagar al enano/a fachista maquillado de progre bienpensante”.
Particularmente para mí el humor, el periodismo, la literatura, ninguna actividad reflexiva-creativa debe tener límites o autocensuras. Aunque si queremos correr los límites de lo “socialmente aceptable”, “del buen gusto”, de los tabúes, bueno, pensemos un cachito en los elementos que usamos y con qué finalidad. Seamos más rigurosos con lo que queremos decir, como para no tener que explicar cada párrafo -o cada cuadro-... Preguntarnos por un breve segundo: ¿Es regodeo o hay algo más? No tener que escudarnos con la comodidad de dos comodines: la mala interpretación, los márgenes más laxos de una tira cómica -en este caso- o una ficción.
Sepamos además que la ofensa -o defensa- a ultranza son como un combo de Fast Food. Te sacian rápidamente y no mucho más. Y si comés todos los días en MC Donalds…bueno ya se hizo una película al respecto. La reflexión es de digestión más lenta, pero es mucho más rica y nutritiva.
Y a todo esto: ¿Qué pensará de la polémica el fan de los Redondos?
Notas al pie:
1) La tira de Cerati fallecido por el cántico popular en recitales es terriblemente ácida y notable en su significado. Arriesgo que por una cuestión de sensibilidad, no sería publicada ahora -como una que hiciese hincapié en el cáncer de Spinetta como metáfora para hablar otro tema-. Si eso “nos” suena fuerte, al menos debemos tener la capacidad de comprender que lo realizado por la maquinaria nazi, especialmente el Holocausto, puede ser ofensivo para otros.
2) Por momentos, Twitter se vuelve una caza de brujas digital con alto rebote en otros medios. El me gusta/no me gusta cruzado con un Maccartismo de impacto permanente. La tautología de un tipo de pensamiento en 140 caracteres. No deja de resultar chocante el modo en que una vez dicho algo nadie quiere dar marcha atrás. Es como si todos pudiésemos ser los panelistas de nuestro propio programa de TV. Las susceptibilidades están siendo picoteadas constantemente por el pajarito. Vale tenerlo en cuenta para futuras polémicas. ¿Hay que tener un posicionamiento tan fuerte y permanente sobre absolutamente todo?
3)¿Habrán sido banales por utilizar al nazismo como telón de fondo para hacer reír y pensar?
4) Me recuerda a una forma de regaño infantil: “En África hay chicos que se mueren de hambre y vos no querés comer”. Siempre habrá otro tema más acuciante que la boludez que estamos haciendo en este preciso momento. Incluso en esa reprimenda está la comodidad del señalamiento con el dedo que hoy se da con un doble click.
Primero una aclaración. Habiendo compartido tiempo, reuniones, asados, trabajos, con casi la totalidad de los que han pasado por el Suple NO en el último tiempo, incluido Gustavo Sala, puedo asegurar que ninguno tiene simpatía por el nacionalsocialismo o ideología semejante (ni que les guste Comando Suicida). Son gente por la cual tengo tremendo aprecio profesional y personal. La mente abierta y sensibilidad como para abordar la cultura joven han sido las características históricas del suplemento. Con desfachatez y desparpajo, las posturas a defender, están en las antípodas de lo racista, xenófobo, o discriminatorio en cualquier forma.
Admiro el trabajo de Gustavo Sala. Cuando el jueves leí su tira (es una de mis secciones favoritas del Suple) esbocé un cuarto de sonrisa, muy pequeñita, casi por obligación. Confieso que no me pareció ofensivo -ni muy gracioso-lo que había hecho. Conozco su humor. Es grueso, impactante, violento y con alto octanaje de provocación, pero nunca llega a ser desalmado. Si Sala fuera un boxeador sería una mezcla de Tyson con Ali. Primero te deja groggy, después baila magníficamente. Debajo del morbo siempre hay algo más(1). Pero esta vez, tras pensarlo un poco sin camisetismo, no fue el caso.
Porque el trabajo previo de Gustavo, todo lo que vino haciendo el Suple y el diario en relación a la defensa de los derechos humanos, no son el eje de la cuestión. El punto es que la tira ofendió a muchos. Y vale detenerse un segundo en la ofensa, casi como el humor, se da como un calambre. Encontré una serie de reflexiones muy interesantes sobre los límites -o no- del humor en este blog . Resumo un párrafo que refiere a éste punto: “Si la ofensa supera el grado de lo que querés decir…pensalo”. Claro que no hay un ofensémetro estándar, lo cual dificulta la tarea. Considero que uno no puede hacerse cargo de todas las lecturas que hace el lector (¿qué es esa entidad difusa entidad llamada lector?) pero el medio es responsable de su línea editorial y de definir claramente los márgenes para que el sentido sea entendido lo más correctamente posible.
Ahí una primera clave. El contexto determina la aceptación o no del chiste. No sólo por la tira, sino por el tono que maneja el suplemento, quienes por primera vez se desayunaron con “Bife Angosto”, habrán sentido ganas de devolver el café con leche por la nariz.
Si un tipo que se desmaya al ver sangre, se ofende al ver “El Juego del Miedo”, allá éste salame. Pero en este caso, creo que la broma es confusa, en gran parte por los elementos para dar el mensaje y cómo son utilizados. De allí proviene la mayor molestia con quienes fueron sus destinatarios -que en este caso fueron muchos más que los usuales- .
El objeto del chiste
En una primera lectura ni me había dado cuenta de la asociación entre el nombre del DJ y la palabra gueto, leí la tira como una crítica -no muy fina por cierto- al totalitarismo del festejo en el ámbito de la electrónica. Y a ver, no hubo ningún ofendido entre los seguidores de David Guetta.
Desatada la polémica en Twitter(2), estuve pensando por qué podía llegar a considerarse insultante la tira. Muchos daban vueltas sobre el “con eso no se jode” o “banalización del Holocausto” sin decir mucho más. Las defensas a Sala referían al estilo de la revista Barcelona, el personaje Micky Vainilla, “El Dictador” de Chaplin, y podríamos sumar a los Monty Python, Woody Allen o Mel Brooks, quienes entre otros, han hecho sátiras notables sobre el nazismo (3). Alguien en Twitter llegó a recordar el humor usado en los campos de concentración por los confinados; justamente, las diferencias con el uso del humor en ese caso son lo bastante obvias como para desarrollarlas.
El gran inconveniente de todas estas defensas es que en ninguno de los casos mencionados el eje de la broma pasa por quienes padecieron el horror nazi. Obviamente, todos esos gags, sketches o dibujitos estuvieron entrecruzados por los millones de muertos, pero no se apuntó directamente sobre ellos. En el caso de la tira Maus de Art Spiegelman también es clara la postura (y no es muy graciosa que digamos). Ahí el despiste. Acaso el mayor pecado de Gustavo, fue la herramienta-objeto y cómo la usa en la broma: un campo de concentración con futuros exterminados, más que su reflexión/broma en sí sobre el snobismo en la electrónica.
Capusotto ríe del porteño cool facho, Chaplin de la locura totalitaria, los Monty Python del absurdo del plan fascista. Acá no es tan claro (o al menos para muchos no lo fue). Repito: Yo lo leí como una crítica al totalitarismo del consumo pero empleados esos elementos entiendo que pueda darse lugar a otro tipo de lectura: ¿los exterminados murieron felices?, ¿David Guetta es nazi? ¿El festejo de la electrónica lo es? ¿Todo lo que nos parezca malo en este mundo es homologable a lo peor del nazismo?
Creo que sirve como ejemplo algo sucedido con los Monty Python. Cuando estaban gestando “La Vida de Brian”, pensaron en colocar a Jesús como personaje, pero se dieron cuenta que el objeto de la gracia no debía ser la mayor figura del Catolicismo sino el uso que hizo de éste la Iglesia. De hecho en una escena de la película aparece Jesús, y son respetuosos de su mensaje. Igualmente muchos no entendieron el chiste y la turbamulta pidió la cabeza de los Python. Nunca se puede conformar a todos.
El problema, creo, no es entonces la caricatura gruesa, sino en función de qué se la está haciendo. Ojo no siempre el humor debe ser funcional a un “mensaje”. Pero si vamos a lo básico de la teoría comunicativa (emisor-receptor, blah blah blah) acá el mensaje llega con mucho ruido.
Me vienen a la mente otras tres películas que pueden ayudar en la reflexión. Las tres son de un humor más negro que Darth Vader.
En “La Última Cena”, un grupo de amigos arma reuniones para erradicar a sujetos que consideran despreciables (un cura homfóbico, una mujer que apoya asesinar a quienes abortan, un neonazi, etc). Son estos chicos bien pensantes los que terminan discriminando más que cualquier otro. Su soberbia y pedantería los pone a la altura de las posturas más execrables. Incluso quieren matar a una chica por lo que lee. Sirve para colocarse en los zapatos de otro, por más que sean muy incómodos y no nos gusten para nada. Mensaje claro.
Otro es el caso de “Idiocracy”. Una democracia de idiotas. En el futuro, Estados Unidos será gobernado por infradotados. Se trata de una cuestión demográfica. Sólo los rednecks y whitetrash tienen hijos. La película tiene sus momentos, aunque hay un problema en el mensaje que vale aclarar. La costra del balde, los desclasados, el lumpen, son siempre los culpables de todo lo que sucede en la película. Y ellos, una y otra vez, son objeto de burla. Mensaje no tan claro.
“Borat” es un ejemplo de todo de lo impolíticamente correcto. Pero hasta en ese trazo incómodo es bastante claro cuál es el objeto de burla en cada chiste. Recuerdo la escena en la que persiguen a los judíos en una especia de carnaval. Allí el objeto de broma es -de manera crudísima- la estupidez del antisemitismo. Toda la película, en sí, discute sobre esa tendencia humana a catalogar, separar…discriminar -bah- para sentirse más cómodo. Particularmente, para mí la mejor escena es cuando Borat se trompea en bolas con el obeso (“gordo” podría llegar a sonar ofensivo). La de la bolsa llena de caca también me puede. El mensaje es claro, aunque hay que verla con bastante limpiador.
Volviendo a la tira de Gustavo: Poner a Hitler al lado de David Guetta en un campo de concentración haciendo bailar a exterminados -chiste de jabones en el medio- para referirse al modo en que el público de la electrónica es arriado…Hay que explicarlo demasiado, y como dice el viejo dicho, si dobla es gracioso, si rompe no lo es...
Tiempo y espacio
Otro argumento presente en Twitter: “si esto lo decíamos en la intimidad…”. Bueno, un medio de comunicación no lo es. Y no tiene que ver con hipocresía (hasta Fernando Peña, inteligentemente, armaba ese telón de fondo semificcional para poder decir lo suyo). No son iguales. Un medio no tiene el mismo grado de responsabilidad e influencia que un grupo de reunión de amigos tomando birra. Son instancias, entornos, totalmente diferentes.
Otro razonamiento compartido, tanto entre los que defendían y denostaban a Sala, era el uso de contrafácticos. “¿Y si hablaba de un villero?”, “¿si ponía a desaparecidos”, “¿y qué del pueblo armenio?”, etc. Bueno, no lo sabemos. Y guarda con este argumento, por dos motivos. Uno porque puede esconder un resabio antisemita importante (“estos rusos siempre victimizándose”). E incluso si esa no fuera la lectura, Gustavo debería hacer cada tira de “Bife Angosto” con un mensaje aclaratorio cuadro a cuadro. Y así ni siquiera. Tal vez si lo metía a Diego Roca para referirse a Julio Argentino y hacía bailar a los “pueblos originarios”. O si hablaba de los “naziturros” como el absurdo de la homogeneización del consumo. O Guetta estaba en el gueto de Varsovia, en vez de un campo de exterminio, pasando música klezmer. ¿Y Pappo? ¿Dónde estaba Pappo?
¿No se entiende? Las posibilidades son miles. El problema de estos contrafácticos es que corren de terreno la discusión (por esto tampoco podemos saber si los chistes de Nik basados en rasgos físicos de las personas, hubiesen tenido el mismo tipo de rechazo). Repito: A mi entender es que en esta tira, para criticar el circo generado alrededor de un DJ, se usaron a los campos de concentración y a las victimas de una forma liviana. ¿Si esto puede ofender? Está a la vista que sí.
El “con eso no se jode”, que linda con la censura, no comparto y se desprende de lo anterior, se linkea con esta frase de Woody Allen: La comedia es tragedia más tiempo. Así es como Mel Brooks pudo reírse de la Inquisición española en “La loca historia del mundo” (incluidos un par de rabinos que son torturados). Si a Brooks se le ocurría el gag en 1850 resultaba chocante y pedían su cabeza, como muchos hicieron con Gustavo. Pero no fue el caso, Mel “Es bueno ser rey” Brooks zafó de la persecuta. Hoy no sé si zafaría de la inquisición digital…
Otro postura singular fue la de emplear otros temas de la actualidad (SOPA o la nena violada y embarazada en Entre Ríos). Algunos lo hacían para señalar la hipocresía de quienes criticaban a Gustavo. Hablás de esto pero no de esto otro(4). Incluso un reconocido periodista llegó a hablar de “basura antijudía” de la broma y tiró la hipotética de qué hubiese sucedido si la misma aparecía en Clarín o La Nación. Vale una pregunta: En ambos casos, ¿quién está banalizando qué o cuántos temas?
Y para terminar
Hay que agradecerle a Gustavo haber disparado una polémica en la que nadie podrá utilizar nunca la Ley de Godwin (según la cual un debate caduca cuando alguien menciona a Hitler). Lo que si sucedió con Juan Terranova surgido por su #pijazogate; polémica que puede compararse con esta otra por varios motivos (una broma incisiva -o fuera de lugar-, lecturas demasiado explícitas, más de un Torquemada dando vueltas con reclamos desproporcionados). Copio algo que escribí aquella vez: “John Lennon frente a su piano componiendo junto a Yoko. Está trabajando en una letra y de repente comienza a dudar. "Woman is...?". No sabe si escribir "nigger" con toda la connotación peyorativa que eso acarrea o poner "afroamericano". Finalmente se decide y manda a cagar al enano/a fachista maquillado de progre bienpensante”.
Particularmente para mí el humor, el periodismo, la literatura, ninguna actividad reflexiva-creativa debe tener límites o autocensuras. Aunque si queremos correr los límites de lo “socialmente aceptable”, “del buen gusto”, de los tabúes, bueno, pensemos un cachito en los elementos que usamos y con qué finalidad. Seamos más rigurosos con lo que queremos decir, como para no tener que explicar cada párrafo -o cada cuadro-... Preguntarnos por un breve segundo: ¿Es regodeo o hay algo más? No tener que escudarnos con la comodidad de dos comodines: la mala interpretación, los márgenes más laxos de una tira cómica -en este caso- o una ficción.
Sepamos además que la ofensa -o defensa- a ultranza son como un combo de Fast Food. Te sacian rápidamente y no mucho más. Y si comés todos los días en MC Donalds…bueno ya se hizo una película al respecto. La reflexión es de digestión más lenta, pero es mucho más rica y nutritiva.
Y a todo esto: ¿Qué pensará de la polémica el fan de los Redondos?
Notas al pie:
1) La tira de Cerati fallecido por el cántico popular en recitales es terriblemente ácida y notable en su significado. Arriesgo que por una cuestión de sensibilidad, no sería publicada ahora -como una que hiciese hincapié en el cáncer de Spinetta como metáfora para hablar otro tema-. Si eso “nos” suena fuerte, al menos debemos tener la capacidad de comprender que lo realizado por la maquinaria nazi, especialmente el Holocausto, puede ser ofensivo para otros.
2) Por momentos, Twitter se vuelve una caza de brujas digital con alto rebote en otros medios. El me gusta/no me gusta cruzado con un Maccartismo de impacto permanente. La tautología de un tipo de pensamiento en 140 caracteres. No deja de resultar chocante el modo en que una vez dicho algo nadie quiere dar marcha atrás. Es como si todos pudiésemos ser los panelistas de nuestro propio programa de TV. Las susceptibilidades están siendo picoteadas constantemente por el pajarito. Vale tenerlo en cuenta para futuras polémicas. ¿Hay que tener un posicionamiento tan fuerte y permanente sobre absolutamente todo?
3)¿Habrán sido banales por utilizar al nazismo como telón de fondo para hacer reír y pensar?
4) Me recuerda a una forma de regaño infantil: “En África hay chicos que se mueren de hambre y vos no querés comer”. Siempre habrá otro tema más acuciante que la boludez que estamos haciendo en este preciso momento. Incluso en esa reprimenda está la comodidad del señalamiento con el dedo que hoy se da con un doble click.
viernes, 20 de enero de 2012
Algo que estoy escribiendo
El árbitro pidió una pelota. Andrés, la levantó, hizo dos jueguitos y se la pasó de cabeza.
Tras el pitido del referí, supe que Patricio iba a dejarnos con uno menos. Uno de los pelirrojos se la pasó al otro, entrándole a la pelota con el desdén propio de la cucharita, la respuesta de Patricio fue ir con los botines hacia adelante. Su golpe los desestabilizó justo en la parte posterior de sus rodillas. Utilizó cada una de sus piernas para fusilarlos. Sin ser violento -incisivo ciertamente- aclaró los tantos desde el principio. Fue un movimiento magistral ya que además se llevó la pelota en el aire. Erick y Mick se revolcaron por el suelo como perros aeroportuarios felices por haber hallado un cargamento ilegal. Nadie de nuestro equipo siguió a Patricio con la jugada, al darse cuenta, le pegó desde lejos y su tiro pasó por arriba del travesaño. Pero me equivoqué en un punto. El árbitro no echó a nuestro compañero. Tras el pitazo inicial, Patricio había llamado al juez tocándolo en el hombro, éste se había dado vuelta sin poder advertir su artimaña posterior. Los de Hacha y Tiza le pidieron la roja pero su reclamo no tuvo eco.
Tras el pitido del referí, supe que Patricio iba a dejarnos con uno menos. Uno de los pelirrojos se la pasó al otro, entrándole a la pelota con el desdén propio de la cucharita, la respuesta de Patricio fue ir con los botines hacia adelante. Su golpe los desestabilizó justo en la parte posterior de sus rodillas. Utilizó cada una de sus piernas para fusilarlos. Sin ser violento -incisivo ciertamente- aclaró los tantos desde el principio. Fue un movimiento magistral ya que además se llevó la pelota en el aire. Erick y Mick se revolcaron por el suelo como perros aeroportuarios felices por haber hallado un cargamento ilegal. Nadie de nuestro equipo siguió a Patricio con la jugada, al darse cuenta, le pegó desde lejos y su tiro pasó por arriba del travesaño. Pero me equivoqué en un punto. El árbitro no echó a nuestro compañero. Tras el pitazo inicial, Patricio había llamado al juez tocándolo en el hombro, éste se había dado vuelta sin poder advertir su artimaña posterior. Los de Hacha y Tiza le pidieron la roja pero su reclamo no tuvo eco.
lunes, 16 de enero de 2012
sábado, 14 de enero de 2012
El loco
Creo haber visto más fotos del loco Gatti tomando sol en pantaloncitos fluo que atajando. La vincha siempre presente, claro.
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