Era en el Gran Rex (¿O el Ópera?) Tocaba Egberto Gismonti, un brasileño raro, jazzero, culto, de pelo largo. “Hace música contemporánea”, me avisó Patricio. Antes de que empezara el show, mientras tomábamos un Fernet (de menta, horrible) en el lobby, frente a nuestros ojos la camiseta de fútbol más intrigante que vería en mi vida. Debajo del saco de pana, un pibe llevaba una camiseta de Boca. No era la de piqué del año ’81 que usó el Diego, sino la más celestonga de Fate. Y en vez del logo de la marca de neumáticos la camiseta decía: “Boca y Gismonti un sólo corazón”. El corazón era de un rojo furioso y las letras de plástico negro estaban cosidas. La propuesta cromática de la camiseta xeneise se volvía una exageración. Según Patricio era un gesto propio de un “snob del orto”. A mí, en cambio, me pareció el tipo más canchero del planeta; y además se había acodado en el stand de Fernet. Con síntesis, provocación y humor había congeniado sus pasiones. Descolocaba. Es cierto. A ninguno de los que había ido a ver al hijo más díscolo de la bossa nova se le hubiese ocurrido vestirse así. En la Bombonera hubiese pasado desapercibido, acaso le preguntaban si Gismonti su nombre, novia o un lateral brasileño a punto de firmar con el club de la ribera. Pero la mezcla estaba bien. Lo atractivo era la eterna lucha de lo alto con lo bajo, lo popular con lo elitista, lo sacro de las dos expresiones. Lo que desentonaba era el modo en que había elegido para demostrar su afecto. La camiseta colocaba a un artista de cámara heterodoxo en el terreno el fútbol. Perdón. De la hinchada. Boca y Gismonti. Gismonti y Boca. Una dupla impensada que distinguía la camiseta de ese chico. Como los Racing Stones pero a escala 1:1.
En general las buenas duplas nacen de esa fusión de elementos diferentes que pueden comulgar. Nunca son contrarios absolutos. Se fuerzan a ser mejores. De las duplas en el cine, por ejemplo, una de mis favoritas es la de Gerard Depardieu con… mais no, mais no mais no. C’est ne pas Pierre Richard. Esos dos juntos son muy buenos. Pero la dupla que hace con Patrick Dewaere es sublime. El anárquico y el reflexivo que acabó descerrajándose la cabeza de un escopetazo. Vale verlos en Los Rompepelotas y Preparen sus pañuelos quebrando todos los patrones sociales habidos y por haber.
Boca y Gismonti son su propia buddy movie. Dudo que el brasileño pudiera descoserla en La Bombonera. Tampoco me imagino a “la 12” en un show suyo. Pero a un loco se le había ocurrido juntarlos. El tipo nunca se dio cuenta de que lo observábamos y menos de que iba a ser parte de estos recuerdos. Del recital me acuerdo poco y nada, pero ése gesto…
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