Publicado el 17 de Febrero de 2010 en Página 12 / Suple NO
Poetisa y bajista del under, esta chica sale a buscar imágenes para delinear un mundo tan cercano, como feroz y mágico. Cuidado, tiene superpoderes.
Gabriela Sambuccetti no necesita ir a sesiones espiritistas para hacer lo suyo. Denle una lapicera y cual médium invocará las energías que andan dando vuelta (después las ayudará a ocultarse). Es que la autora de Los vidrios aman quebrarse asegura ver poesía en cada objeto vivo o inanimado, en un recuerdo, en un trabajo, en las charlas con amigos: siempre. “Me gusta que aparezca esa figura, una capa, algo que no es claro, juego con eso”, detalla. Pueden ser cráneos que ruedan por oficinas, fantasmas sepias insistentes, señoras que limpian los baños para nadie o una “vieja enferma chupando limones”. “No me gusta revelar tanto los poemas -dice- tengo presente el sentido y quiero ocultarlo un poco. Me sale mejor no ser evidente. Creo que me podés encontrar en el libro, pero tampoco. Es como describir las imágenes que tuviste en un sueño, una aparición, no sabés bien que es lo que viste pero ahí está”, musita y por lo menos, todavía, no se esfumó frente al grabador. Tal vez haya voces en la grabación, ¿quién sabe?
En su prosa, hay algunos -pocos- fantasmas amigables como Casper (“es el éxtasis de un árbol en el campo”) y otras son invocaciones provocantes (“conozco las huellas de los monstruos”). Y si Karl Marx hablaba de uno que recorría Europa, por momentos Gabriela se deja crecer una barba imaginaria y hablará de “máscaras burguesas”. “La literatura es una mentira, es un rasgo, y cuando escribo siento que me libero de las hipocresías de la vida cotidiana -apunta sin grandilocuencia-, aunque en realidad escribo para ser feliz, no tengo grandes ambiciones en ese sentido”. En ese viaje, Gabriela deja rendijas para espiar. De hecho los veintiocho poemas de su obra no tienen nombre, salvo uno, que se llama -seca pero pensadamente- ‘Libro’. “Soy tu cazadora”, se presenta.
Desde adolescente que visita a una amiga de su abuela quien le hizo conocer poetas franceses y le enseñó a respetar los ritmos y silencios. “Veo mucha similitud entre la música y la poesía, está muy presente cuando escribo, en dar con la palabra en el momento justo, algo que te golpea”. Por si quedan dudas, Gabriela es bajista. Tocó con Diego Billordo, lo hace en ese experimento denominado Lavarropas de Tambor Horizontal y anda preparando dos dúos. Todavia está fascinada por el despliegue de Les Claypool en vivo aunque aclara que su estilo sobre el escenario es menos extremo. “Desde la reserva capto y llamo la atención, estoy a un costado y no es que pego saltos. Toco. Hay gente que me ha dicho de la mirada, creo que la sensibilidad da peso ahí arriba”, arroja. Y si Gabriela se va soltando, su escritura también mudará. Bueno, se niega a dar el nombre de su segundo libro -a punto de entrar a impresión- pero suelta algunas pistas: “Es mucho más crítico sobre el día a día, tomo una posición más firme, y también está abierto más al debate, “eh, para no”, me la pueden discutir”. Uno de esos poemas habla de que no hay batallas invencibles por la identidad y de lo que retorna como la humedad. Pide leerlo y afuera, una nube espesa se volvió chaparrón.
Para seguirla Losvidriosaman.blogspot.com
Full of love de Julia González
Una historia de amor con su banda de sonido rockera propia, encuentros felices -y de los otros- que tienen tanta poesía como urbanidad. “Tenía que exorcizarlo”, dice su autora.
El video de ‘All is full of love’ de Björk muestra a dos cyborgs en pleno encuentro carnal (¿o metal?). Finalmente se liberan de ataduras, cables y hierros entregándose a sus propios fluidos. Esa canción de Homogenic, no sólo sirvió como referencia para darle título al poemario de Julia González (Full of love) también es recreada por ella para explicar las conexiones entre dos. Imaginó “cuerpos plasticola” felices hasta que regresaban los “communication breakdowns”. “Era necesario exorcizar todo lo que pasé en dos años. Dormía en un colchón en un monoabiente de prestado, andaba con mi mochila de acá para allá, tenía un noviazgo desencontrado y poca plata -cuenta-. Y a la noche agarraba la computadora y me ponía a escribir. Pero más allá de eso no podía dejar de sentir amor, mi contexto era paupérrimo pero era feliz, no lo podía negar, era algo inherente. En cada cosa era posible ver amor, y es un poco la filosofía de vida que tengo”, dice la poetisa y periodista de este suplemento. El libro abre con el funeral soñado por la escritora y el happy ending se vuelve un guiño sobre el paso de la tormenta, o al menos a saber convivir con ella. Tras la bella y cuidada edición pocket hay signos de época más que claros (Matt Groening, canciones y autores favoritos) pero son un anzuelo: González emerge de fecundaciones femeninas, de sensaciones muy reales. “Creo que la escritura está ligada al sufrimiento, de que estamos acá y vamos a morir. Más allá de eso, me considero una persona alegre”, pronuncia como un ying yang con sus pelos al viento.
Asegura que le gusta mucho la poesía urbana y se nota. Un colega le dijo que el libro era “lo más antilírico y urbano” que había leído. Y la crítica le gustó. “Era lo que buscaba. Todas las referencias a la ciudad, a la noche y el sexo, contrapuesto con el amor, ¿es sexo o es amor? ¿Cómo tengo que tomar esto?”. Fue un momento que tuvo tantas borracheras -como resacas- y que la llevaron a planteos existenciales, tal vez sin respuesta, pero con mucha música. Porque si hay algo que acompaña a Full of love es un track list muy personal. Cuando fue la presentación del libro, González decidió acompañar sus lecturas con Elliot Smith, Pulp, John Lennon, y una seguidilla de Virus, Morrissey y Sergio Pángaro para ponerse a bailar (como cuenta en el poema ‘Lluvia Dorada’). “Lo de la música ni siquiera lo pensé, es como una manera más escondida de decir algo, a mí una canción me puede hacer llorar por su belleza”.
Full of love, entonces, se aleja de clises del género e incluso podría ser leído como una novela corta sobre la historia de Julia y Juan. González lo define de otra manera: “Poesía de pensión”. Instantánea de una relación que iba y venía; de mirar por el balcón a unos pibes que jugaban a la play; de ir a un telo y quedarse con el aroma a shampoo barato en el cuerpo; de recordar a un ex de la barra brava de Chacarita anti todo y de un “presente que aún no despierta”. Aunque ya salieron de la cama y abrieron los ojos. La pareja está girando presentado los poemas en vivo. Ella lee y él -músico- le tira paredes de sonido.
Para seguirla: Segundoce.blogspot.com
Grosso, obrero de la tinta! Muchas gracias por la linda nota!
ResponderEliminarDe nada Julie!
ResponderEliminarsiii pobre Fede locoo te mereces un oscar después de aguantar mi rompida (?)
ResponderEliminarque linda nota más la leo y más me gusta
Qué bueno! Me encanta eso
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