sábado, 19 de febrero de 2011
Algo que estoy escribiendo
En la secundaria, un profesor de literatura les había dado como tarea escribir unos versos con rima. El tipo, Beluschi su nombre, tenía fama de no leer lo que le entregaban. Ya estaba grande, cansado, y prefería darle libertad a su tic: Ligar cualquier aporte hecho por un alumno con grandes artistas de enciclopedia. En realidad ojeaba un poco los trabajos y listo. Uno no podía copiarse a Bécquer -tan tarado no era- pero una etiqueta de vino pasaba. Y así aparecían frases como “De roble astuto, el tiempo será” ó “mi paladar fresco, fundado en lo inmemorable, ha hecho su selección: tu boca carne blanca”. Agustín y Pablo decidieron darle una vuelta de tuerca al asunto. Copiaron íntegra la letra de ‘La Leyenda del Hada y el Mago’ de Rata Blanca. El profesor les puso 10. Frente al curso alabó la construcción de los versos, habló de las reminiscencias de Tolkien y “de una asociación libre” que lo había llevado a recordar “los juegos de luces en las brumosas batallas de William Turner”. Pablo se animó a pasar al frente y decir que le había puesto música al poema. Tocó los acordes con su criolla, casi como una chacarera, acompañado por los metaleros del curso que recitaban de memoria desde sus bancos. En los años siguientes se mantuvo la tradición con temas de Jethro Trull, Angra y Manowar. El chiste acabó, según dicen, cuando un alumno entregó ‘Cambalache’ pensando que era de Ricardo Iorio por la versión del clásico de Discépolo hecho con Hermética.
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nabo, ignorante y aguafiestas
ResponderEliminarY algo de todo eso es cierto...
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