jueves, 10 de mayo de 2012

De Graceland a Florida y Lavalle.

Uno era el lugar de residencia del rey del rock & roll. Cerca de la esquina porteña está el único local latinoamericano dedicado a la figura de Elvis. Acá se cuenta cómo el local de Carlos R. Ares tuvo que ver con la gestación del film de Armando Bo.

Se podría haber aprovechado la estadía de Bob Dylan en Buenos Aires para corroborar si “Elvis está vivo”. Pero Bob es muy discreto y no dice nada. Será mejor recorrer la galería que está en el cruce de Florida y Lavalle, bordear los locales de tatuajes, turismo y una cerrajería, hasta llegar al ‘Elvis Shop’ regenteado por Carlos R. Ares. Allí, una plaqueta blanca, con letras en dorado, se destaca entre los discos y la memorabilia.
La inscripción: Elvis Lives. Hay dos razones más para creerlo. Alí se reunieron con el dueño de casa, quienes reflotan la idea de que el rey está en nosotros. Armando Bo, director de El Último Elvis, y John Mc Inerny, el protagonista de la película e “impersonator” del rey.
La elección del lugar no es un mero capricho. Aunque Bo aclara que su ópera prima cuenta una historia local con su figura como trampolín: “Es sobre Carlos Gutiérrez, un hombre que cree ser Elvis”, dice. Tiempo atrás, en medio de la planificación y cuando todavía pensaba que el protagónico debía hacerlo un actor reconocido, llegó hasta el local 15 de esta galería del microcentro. Se llevó libros y un disco con temas del de Memphis interpretados por un arquitecto de La Plata que los fines de semana canta sus temas con la banda tributo Elvis Vive. “Cuando pongo el disco en el auto, la voz de John, su sonido, me parecieron sorprendentes”, recuerda. Finalmente invitaron al hombre -cuyo nombre parece un seudónimo pero no lo es-, a cantar a una fiesta de la productora, y bueno, el resultado quedó plasmado en esta reversión suburbana de uno de los mayores íconos del rock & roll. “Desde la primera prueba que la cámara amaba a John”, dice el realizador de estirpe cinéfila por más de dos generaciones. Mc Inerny, acepta el elogio con modestia extrema. Si estuviese con el traje blanco lleno de piedras coloridas tal vez sería distinto.
-El personaje está atravesado por Elvis, pero hay más de una cara. Cuando está arriba del escenario, en su dura realidad y en la ensoñación que construye con los demás. ¿Cómo lo lograron?
Armando Bo:-Claramente es sobre eso. Hay una realidad y el tipo la está negando. En el guión estaban estas capas, el mito, lo que fascina el personaje de John, lo que no quiere ver. Pero mejor que hable él y cuente cómo carajo hizo.
John Mc Inerny:-¡Qué guacho! Me ayudó mucho la preparación. Fue un trabajo enorme. De mucho ensayo. Eso hizo que llegara a la filmación muy seguro. No es que no me costó pero se hizo natural. Igual, no deja de parecerme absolutamente desquiciado que confiaran en mí. Fue una apuesta muy osada de su parte.
A.B:-Lo cuidamos mucho en el trabajo previo, el pelo, el maquillaje, pero había un don que nos ayudaba a apuntalar todo eso. De otra forma no hubiese funcionado.
-¿Cómo y cuándo comenzó su amor por Elvis?
J.M.:-Mi viejo amaba la música americana. Sobre todo el country y el blues. En 1980 tuve la suerte de ver con él y mi hermano a Johnny Cash en Fort Lauderdale. Llegué a darle la mano en el escenario y me dio un autógrafo. Y Elvis estaba metido en el combo. Cuando lo escuché fue como un golpe de electricidad. Explicarlo, ¿para qué? Admiro profundamente a Elvis pero no soy fanático. Esa distancia creo que me sirvió a la hora de componer el personaje. Me acuerdo que a los siete años le pedía plata a mi abuela para conseguir discos de Elvis en La Plata. Vos tenías suerte que estabas en Buenos Aires.
Carlos R. Ares:-Fue en el ’56. Elvis es el tronco del árbol de donde salió todo. Cubrió todo el espectro de géneros de su país, blues, rhythm & blues, góspel…escuchar a Elvis es escuchar a un montón de artistas al mismo tiempo. Grabó más de 800 canciones.
A.B.:-¿Quién canta mejor John o Elvis?
J.M.:-No, pará…
C.A.:-El timbre de voz de John es insuperable y su caudal de voz es muy similar al Elvis de la última etapa. A John lo conozco mucho. En 1999 viajamos juntos a Graceland, pasan los años y me dice: “tengo un CD que estoy grabando”. Cuando lo escuché se me voló la peluca.
A.B.: Al filmar en Memphis pasó algo muy curioso. Fuimos a un bar pedorro, el único donde se podía tomar algo. Había unos pendejos tocando punk rock, ladrando, un ruido terrible. Estábamos un poco entonados, Jack Daniel’s de por medio, y John se sube al escenario, yo sabía que con él arriba iba a cambiar todo porque es muy meticuloso con su banda. Hizo una versión increíble de “Burning Love”. Él y el lugar se transformaron.
-Siendo un mito tan norteamericano, la película se aleja del registro típico que hubo de Elvis en el cine, ¿te la imaginaste con algún actor de ése país?
A.B.:-Siempre pensé que podía pasar en cualquier suburbio que no fuese Estados Unidos. Podía ser, no sé, en Japón. Para mí la película también habla de cómo recibimos el capitalismo, Estados Unidos, Mc Donald’s, como ellos viralizan sus ideas. Y para contar eso necesitaba una distancia. Podía ser de Texas, pero no hubiese sido tan especial.
-No podía hacerla Nicolas Cage…
J.M:-O Kurt Russell.
A.B:-Nos llamó para comprarnos los derechos -se ríe-. Para mí Elvis, por favor no se ofendan los presentes, fue una de las primeras víctimas del marketing y de la fama. Se volvió un doble de sí mismo.
C.A.:-Sirvió para que otros no hiciesen lo mismo.
A.B.:-Aunque le pasó también a Michael Jackson. Se quedan congelados como en el momento de gloria.
-¿Y por qué la fascinación con ése Elvis? Porque estuvo el del famoso show de retorno con el traje de cuero negro o el primer Elvis. ¿El último era el más pomposo y a la vez el más frágil?
A.B.:-Totalmente. La sensibilidad en ese momento era especial. Estaba desbordado y eso se notaba en como cantaba.
-La película llega hasta su ciudad natal, ¿cómo hicieron para filmar en Memphis?
A.B:-Nos gastamos el 30 por ciento en ese viaje. Son los últimos 15 minutos del largometraje. La película no contó con el apoyo de Elvis Presley Enterprises, tuvimos que tomar ese camino y fue lo mejor que nos podría haber sucedido. Algo gracioso es que no nos dieron el permiso para filmar en la vía pública, y lo hicimos igual. A la madrugada en Memphis estaban todos dormidos. Había canas pero no tenían mucha conexión con la ordenanza. Filmamos las escenas con mucho huevo.
-Es tu primer largo como director, antes trabajaste en publicidad, ¿qué te sumó esa mirada?
 A.B:-Es cierto, me formé en publicidad. Pero mi vida fue siempre el cine. Mi viejo hipotecó la casa y los muebles para esto. De chiquito contaba cuánta gente entraba a ver las pelis de los Superagentes. Lo de la publicidad sirve. Te afina el ojo, te entrena, sobre todo la estética. Hay directores de cine muy grossos que vienen de ahí: Spike Jonze, Michel Gondry, Alan Parker, Wim Wenders, Ridley Scott o David Fincher. Acá en la Argentina puede que no estén tan relacionados. Te ayuda a resumir y no aburrir. Y creo que esta película tiene un ritmo que avanza.
-En el Bafici cantaste en vivo tras la proyección. ¿Cómo te sentiste?
J.M.:-Fue idea de Armando. En los títulos finales hay dos temas, se dejó correr el primero y salí de la oscuridad con la guitarra, cantando entre penumbras “Always on My Mind”. Muy lindo.
A.B.: Teníamos un poco de miedo. Pero nos mandamos. Ojalá lo pudiéramos hacer cada
vez que terminan de proyectar la película. De hecho, John, cuando la pasen en Neuquén
tenés que hacer un número.

El Elvis Suburbano va…
Carlos Gutiérrez no es un doble de Elvis. Cree ser el hombre que prendió la llama del rock. A pesar de que su día a día esté a miles de kilómetros de Memphis. Se mimetiza, y no sólo cuando canta, come los célebres sánguches de banana y manteca de maní, está exhausto, mira absorto la televisión, en las reuniones de los imitadores se codea y mide con Slash, Charly García y Britney Spears. “Si hubiese sido sobre Elvis, si nos metíamos con el mito de que está vivo en la Argentina, con lo bizarro del personaje, hubiese sido mucho más fácil. Carlos Gutiérrez es el mito”, explica su realizador. “Se trata de ver a Elvis como un ser humano, no idealizarlo”, dice Mc Inerny. Extrañamente, en ese alejamiento la película no sólo cuenta con solvencia el derrotero de un obrero de Avellaneda, sino que logra una foto más fiel de lo que le sucedía al verdadero -y último- Elvis. Sobrepasado, huraño, pero tratando de conciliarse con su hija y esposa. Si Bo tuviese que elegir una escena que explique la película, opta por el protagonista cantándole a su hija -Lisa Marie, claro- un tema de su repertorio.
Otro de los puntos más altos de la película son las secuencias en las que “suena” Elvis. No sólo por la calidad de sonido, la entrega del protagonista, el ensamble de las canciones con la historia, sino porque -impensadamente para un film local- hay versiones de clásicos como “Burning Love”, “Suspicious Minds” o “Unchained Melody”. “Las canciones fueron hechas en vivo, no hubo playback ni doblaje”, aclara Mc Inerny. Cuando se le pregunta a Bo cómo lo lograron, responde golpeando el puño contra la palma de su mano. Billete a billete. “Fue una selección emotiva. No me podía doblegar. Para que la película tuviese el nivel que pretendíamos, teníamos que conseguir los derechos”, asegura.
El Último Elvis, ya había sido muy bien recibida en Sundance, premiada en Touluse y abierto el último Bafici. “Es una historia accesible, cómica, y algo oscura -tienta Bo-. La ven los europeos y piensan que es americana, en Estados Unidos pasó lo contrario. Yo creo que es muy de acá pero hecha con una factura que llama la atención”.
Carlos Gutiérrez no cantará en Las Vegas, sino en un bingo de Avellaneda. En vez de cruzarse con Mick Jagger lo hace con el cantante de una banda rollinga o con Johnny Allon. Y en un momento, particularmente especial para el rock local, aparece Fer Pita, el guitarrista de Heroicos Sobrevivientes. El phisique du rol es perfecto. Interpreta a un doble de Iggy Pop que le enrostra al protagonista que “zafó porque volvió a estar de moda”. A lo que Elvis responde: “Yo inventé el rock & roll. Nunca dejé de estar de moda”.

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