Entrevistaba a Sandro en su casa. La entrada no era esa muralla tibetana que cada 19 de Agosto se sigue poblando de "nenas". Para ingresar había que atravesar un patio interno que daba a la vereda y, previo a esto, un pequeño enrejado que te llegaba a la cintura, igualito al de la casa de mi abuela -al de la casa de miles de abuelas más-.
El mismo Sandro salía a recibirme. Su bata era negra, de seda, el estampado de una rosa china rojísima se fundía con una serpiente en su espalda. No esperaba menos del monje de vida sincrética.
Cuando salió a la calle un par de fans contuvieron su adrenalina.
"Pasá rápido" me resguardó Sandro. Bajé la mirada y el monje llevaba unas pantuflas Sufflé. "Glamour y sabiduría terrenal", pensé.
¿La entrevista? Bien, cordial, un fenómeno.
Dedicado a Luis Paz, gracias a quién me enteré del rito de darte unos besos con tu chica ahí, contra las rejas del templo de uno de los primeros rockeros argentinos.
El mismo Sandro salía a recibirme. Su bata era negra, de seda, el estampado de una rosa china rojísima se fundía con una serpiente en su espalda. No esperaba menos del monje de vida sincrética.
Cuando salió a la calle un par de fans contuvieron su adrenalina.
"Pasá rápido" me resguardó Sandro. Bajé la mirada y el monje llevaba unas pantuflas Sufflé. "Glamour y sabiduría terrenal", pensé.
¿La entrevista? Bien, cordial, un fenómeno.
Dedicado a Luis Paz, gracias a quién me enteré del rito de darte unos besos con tu chica ahí, contra las rejas del templo de uno de los primeros rockeros argentinos.
Las Soufflé están en eEl primer lugar en mi lista de cosas que me voy a traer el año que viene de Buenos Aires
ResponderEliminarSalud Gitano!