viernes, 16 de septiembre de 2011

Algo que estoy escribiendo


Martín jugueteaba con la cajita de Camel y Pablo entrababa a la ducha. El tipo entró al vestuario, saludó con la pera, buscó a los de su equipo y como no encontró a nadie se fue a sentar en un banco pegado a la puerta. Esa fue la primera vez que vimos al muerto. El tipo tendría unos 40 años. No más de eso. Quitó con lentitud las cosas de su bolso; la parsimonia fue tal que me quedé observándolo: la remera, los botines, las gasas, un pomo, la vincha, la billetera, el talco. Y ahí ya no me acuerdo más. Todo esto no tendría el menor sentido si el tipo no se hubiese muerto. Si esa acción, la de la muerte, no fuese tan determinante. Recuerdo que volví a Martín y éste seguía con la marquilla a unos centímetros de sus ojos.
-Nunca encontré al tipo con el pito al aire -dijo-
-Tiene barbita -respondí-
-La nuca le da al cuello del camello -sumó el muerto-
-Te juro que no lo veo
-¿Éste? -Pablo salió de la ducha, se quedó estático sosteniendo su pene con cara de póker.
-Ahí está. Lo ví….¡Qué costumbre rara la tuya loco! -dijo Martín-
-¿Bañarme antes de jugar? Mirate a vos fumeteando antes de salir a la cancha -chicaneó-.
-Nos vemos en la cancha -dijo el muerto y salió-.
Lo saludamos sin saber que lo esperaba el cadalso. En este caso, una canchita de fútbol 6. Me explico mejor. Uno no va a jugar un partido en un torneo de ex alumnos suponiendo que va a ver un muerto.

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